En pleno Casco Histórico de Toledo, donde el comercio es excepcional entre los suvenirs, Ana María (50 años) resiste. Desde hace 25 años, su ferretería de la calle la Plata es un refugio para los vecinos, un local donde se venden tornillos y se hacen copias de llaves, pero también se ofrecen servicios de cerrajería de urgencia. Atiende a todo Toledo y parte de la provincia, demostrando que aún hay espacio para las tiendas de siempre.
Se reinventó con la apertura de puertas y no se arrepiente. "Salen los números", dice, pero la verdadera razón para seguir es una "combinación de nostalgia y compromiso con los vecinos" que perviven. Aunque admite que el barrio ha cambiado. "Me enamoré del Casco y sigo enamorada, pero ya no hay barrio, con lo que el concepto implica".
Esta no es una tienda cualquiera. Es de las que mantiene intacta la esencia de lo que fue desde su apertura en 1945. Un local con mostradores de madera, llaves antiguas y cajas de herramientas que cuentan una historia muy distinta a la postal turística.
Fachada de la ferretería de la calle La Plata, en Toledo, con una imagen invariable desde 1945.
De filóloga a la ferretería
Esta toledana no viene de una estirpe de ferreteros. Su pasado es como filóloga inglesa con una amplia experiencia como empresaria de academias de idiomas. Pero un día se enamoró del local y del sitio."Me encantaba todo, me gustaba el concepto de negocio, aunque no conocía este mundo", revela.
La idea surgió tras el consejo de un amigo alemán, exitoso empresario en su país. “Él nos formó y nos ayudó a entender este oficio”. Y así Ana María y su socio Marco, encargado de la parte técnica, compraron la tienda. Desde entonces, no han parado de adaptarse a los cambios que ha traído el tiempo, internet, los centros comerciales y la transformación del Casco.
Los duplicados de llaves están a la orden del día.
“Antes había barrio, había vecinos", lamenta. "Ahora, en muchas calles, no te cruzas a nadie con una bolsa de la compra. Eso te desencanta". Aunque el padrón oficial del Casco habla de 13.400 residentes, ella calcula que "solo viven 3.000 o 4.000 personas". "El resto es turismo o alquileres cortos”, señala. “La necesidad del día a día ha desaparecido, pero nosotros seguimos porque queda una parte de servicio, de cariño”.
Llaves antiguas.
"No dejar tirados"
Aunque el establecimiento nació para vender herramientas básicas, se ha reconvertido en un referente local para servicios urgentes de cerrajería: aperturas de puertas, cambios de cerradura, copias de llaves... “En el Casco hay trasiego de gente, cambios de alquileres, y se necesitan muchísimas llaves”.
También venden productos esenciales: tornillos, bisagras, pilas, enchufes… lo justo para cubrir las necesidades puntuales de un vecino. “No somos un centro comercial, pero tenemos lo suficiente para que la gente no se quede tirada”.
Llaves nuevas.
Aunque el barrio ya no es lo que era, no se plantean cerrar. “El negocio me gusta, me da satisfacción, los números salen, y el local es nuestro. No tenemos que pagar alquiler y eso nos facilita las cosas". Uno de los secretos de la supervivencia es la "honestidad". "No trabajamos por amor al arte, pero tampoco somos oportunistas. Ofrecemos un servicio honesto, de confianza”.
En una ciudad donde muchos negocios tradicionales han cedido o han cerrado, Ana María y Marco resisten con una ética clara: no defraudar. “Nos conoce todo el mundo. Un cliente que te llama y te pide ayuda crea una empatía. Y nunca le vamos a decepcionar”. Su negocio seguirá siendo el refugio de los románticos del trato de barrio.
