Gálvez (Toledo) ha celebrado este fin de semana la tradicional fiesta de San Antón, una celebración cuyos orígenes se remontan dos siglos atrás y que ha vuelto a inundar las calles de la localidad con hogueras y el sonido de los cencerros de los 'sanantones' en un ambiente hospitalario y festivo. En sus inicios, San Antón tenía un carácter religioso y purificador, con el objetivo de proteger a los animales y ahuyentar los malos espíritus. Con el tiempo, la fiesta ha evolucionado y es sin duda uno de los hitos del calendario galveño. 

El 'sanantón' es el disfraz que visten cientos de vecinos y vecinas de Gálvez de todas las edades, único y diferenciador de esta fiesta en Castilla-La Mancha, cuyo objetivo es ocultar el rostro, cuerpo, manos, pies e incluso disimular los ademanes típicos de cada persona, detrás de unas vestimentas, en su mayoría harapos, ropa vieja y ajada, complementada con cencerros que impiden conocer al disfrazado. Esto permite que, sin hablar ni tocar, nadie en la noche mágica de San Antón en Gálvez reconozca al 'sanantón' que se acerca a las lumbres a sacar una sonrisa a sus vecinos. Así "corre el sanantón" de lumbre en lumbre, comiendo y bebiendo sin desvelar el misterio de la identidad.

Sonrisas, sorpresas, misterio, disfraces de sanantones, degustación gratuita de productos del cerdo en la plaza del pueblo, charangas y buen ambiente volvieron a ser los protagonistas un año más en la localidad toledana.