Juan Ignacio Morilla y su compañero David Piña salieron del cuartel de la Guardia Civil de Puertollano (Ciudad Real) como un día más, camino de las carreteras adyacentes que suelen vigilar como miembros del Destacamento de Tráfico. Sin embargo, en plenas fiestas de la Virgen de Gracia de la ciudad, no sabían que se iban a convertir en ángeles de la guarda salvando la vida a un pequeño de poco más de un año que se estaba atragantando.
Todo ocurrió el pasado sábado 9 de septiembre, minutos después de partir del cuartel. Camino del lugar que tenían designado para trabajar esa noche de sábado, circulaban por el Paseo de San Gregorio, uno de los centros neurálgicos de Puertollano que además estaba repleto por las actividades programadas por las fiestas.
"Mientras íbamos circulando, un vehículo se puso a nuestra altura, empezó a pitar y escuchamos para que nos detuviésemos", recuerda Juan Ignacio. En un primer momento, la pareja de agentes pensó que "era alguien a quien le habían dado un golpe o algo así" pero pronto se dieron cuenta que la situación era mucho más grave.
Bajaron la ventanilla y "un hombre se acercó muy agitado, gritando y pidiendo auxilio porque en el asiento trasero su hijo de 15 meses no respiraba".
Rápidamente, Juan Ignacio se dirigió al asiento para evaluar la situación mientras su compañero señalizaba y aseguraba el lugar para evitar más contratiempos. Cuando abrió la puerta se encontró a "una madre con un niño en brazos que estaba totalmente adormecido". "Cogí un brazo y no se sostenía. Se estaba muriendo", reconoce el guardia civil.
En esta circunstancia de especial tensión, jugó a favor de la formación sanitaria que posee Juan Ignacio. "Tengo estudios en nutrición clínica y me especialicé en pediatría, por lo que estoy acostumbrado a ver las vías respiratorias de menores", indica.
Decisión rápida
Tras esta primera valoración, llegaba el momento de tomar la primera decisión importante. "No llegamos a plantearnos la posibilidad de evacuarlo a un centro hospitalario porque aunque fuese un traslado prioritario, tardaríamos seis o siete minutos en los que se podía poner en riesgo la vida del niño".
A partir de aquí, el binomio de guardias civiles se repartió las tareas. Mientras Juan Ignacio empezó a explorar las vías respiratorias del niño para intentar detectar la oclusión, su compañero David se encargó de pedir ayuda y recabar toda la información posible de los padres, quienes contaron que el niño "se había atragantado mientras comía patatas fritas".
"El momento más tenso" para el agente se produjo cuando tuvo que practicar la maniobra de Heimlich. "Llevaba varios minutos en apnea, no tenía tono muscular y había que actuar", agrega.
Tras poner al niño boca abajo, le practicó cinco impulsos sobre el pecho para intentar deshacer el taponamiento. Sin embargo, cuando volvió a girar al pequeño, se percató que "seguía sin respirar". Por fortuna, en el segundo ciclo de maniobras el niño "empezó a responder a estímulos y a mover las extremidades".
Ante esta reacción, el agente volvió a mirar la boca y detectó los restos de la comida que le habían producido la oclusión. Además, le colocó un oxímetro para comprobar que "tenía buena oxigenación".
En ese preciso momento, cuando se dispuso a entregar al niño a sus padres, "llegó la UVI móvil con el equipo médico que se hizo cargo de la situación" y felicitó a los agentes por su rápida actuación.
Juan Ignacio relata cómo "una vez que pasó todo, el chaval se encontraba como si nada".
Importancia de mantener la calma
En este tipo de actuaciones, el agente remarca la importancia de "mantener la calma" y "no bloquearte" bajo ningún concepto. "Cuando ha pasado todo, te replanteas toda la actuación, qué se puede mejorar, pero en ese momento la clave es controlar el estrés".
"En mi caso, he estado muchos años trabajando en un hospital y estoy familiarizado con maniobras de reanimación o RCP tanto en niños como adultos", sostiene, al tiempo que recuerda que más allá de esta circunstancia "la Guardia Civil tiene una formación general y otra específica, en el caso de la especialidad de Tráfico, porque convivimos todos los días con accidentes".
Con el equipo médico en el terreno, la pareja de guardias civiles dio por concluida su actuación y comenzó su servicio ordinario de vigilancia en vías de comunicación.
Una noche tras la que Juan Ignacio y David sintieron la "satisfacción personal" de haber salvado la vida a un bebé y sentir que "ante una situación de crisis como esta, los ciudadanos acudan y depositen su confianza en ti".
