Desde que se decretase el estado de alarma el pasado 14 de marzo, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y Policía Local han estado realizando un enorme esfuerzo en la lucha contra el coronavirus. Todos ellos, con gran entrega y dedicación, han velado por el cumplimiento de las normas sin bajar la guardia ni un instante.

A través de una carta, la Policía Local de Albacete ha querido expresar una reflexión en estos días de luto nacional, recordando aquellos momentos que "difícilmente olvidarán" y animando a la ciudadanía a permanecer en alerta para que "no vuelvan a pasar ante nuestros ojos las imágenes de desconsuelo que han quedado tatuadas":

"El Consejo de Ministros ha aprobado la declaración formal deluto nacional por un periodo de diez díasen memoria de las casi veinte nueve mil personas, que no lograron superar el asalto que a nuestra salud propició ese enemigo invisible, que travestido en forma de virus nos robó las fuerzas y el mes de abril.

Aquellos que nos dedicamos al servicio público, que velamos por la seguridad de nuestros vecinos y vecinas, hemos estado en primera línea durante aquellas interminables jornadas de trabajo de mediados marzo y todo el mes de abril, y en consecuencia, hemos sido testigos accidentales del dolor que ha ido sembrando el virus allá donde encontraba cobijo, y de forma muy especial entre aquella parte de la ciudadanía más vulnerable a su nociva presencia. Una expresión de dolor que difícilmente olvidaremos y que en muchas ocasiones se mezclaba con una buena dosis de rabia contenida ante el torrente de angustia y congoja que recorría nuestras calles.

Al igual que la ciudadanía en general, todas las personas que conformamos la plantilla de laPolicía Local de Albacete, siempre recordaremos, que en medio de esta pandemia que tenía ahogado a nuestro mundo tal y como lo veníamos conociendo, puntual, a las ocho de la tarde, todos los días acudía a nuestros oídos desde los cuatro puntos cardinales, el sonido inconfundible del batir de palmas en forma de agradecimiento a todo personal sanitario que velaba día y noche por nuestra salud, a quienes desde las residencias, hacía lo posible y lo imposible por perpetuar la vida de nuestros mayores o discapacitados, a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado, que junto con las policías locales y autonómicas, teníamos la misión de garantizar el parón de la movilidad como forma de hacer frente al crecimiento de la epidemia, a los bomberos y al ejército, que utilizaron todo los medios que tenían a su alcance para higienizar nuestro entorno, a los transportistas, agricultores, ganaderos y trabajadores del sector de la alimentación, que garantizaron el suministro constante de recursos suficientes para todos, a los trabajadores de los medios de comunicación que nos hacían partícipes de todo lo que ocurría más allá de la puerta de nuestro domicilio, a los trabajadores de los servicios municipales y a tantas y tantas personas que anónimamente y de forma tan silenciosa como constante, arrimaron el hombro en esta lucha desigual.

Esepequeño oasisde las ocho de la tarde del que disfrutábamos en medio del desierto por el que transitábamos el resto del día, sirvió para que nos uniéramos en torno a un objetivo común que conjugaba de forma simultánea dos verbos:agradecer y recordar.El sufrimiento y el dolor no deben caer en el olvido porque desgraciadamente nuestro mundo, nuestra sociedad y nuestra forma de vida no se encuentra entre paréntesis, sino a continuación de un punto y seguido. Como tampoco debemos dejar de ser agradecidos hacia quienes nos cuidan y preocupan por nuestra salud, por nuestro bienestar, por nuestra seguridad, por nosotros.

La única forma que tenemos de devolver esa vigilia, es evitar que las imágenes de desconsuelo que tenemos tatuadas a nuestra memoria vuelvan a pasar ante nuestros ojos, y para ello debemos permanecer alertas y atentos.Cuidándonos a nosotros mismos, cuidamos a los demás. Ese es nuestro cometido como ciudadanía".