La catedral primada de la ciudad de Toledo fue escenario el pasado sábado de otro deslumbramiento eclesiástico con motivo de la ordenación episcopal de monseñor Francisco César García Magán como nuevo obispo auxiliar de la diócesis. Con las cámaras de televisión en directo y un gran despliegue informativo mediante, tan sólo se echó en falta el photocall propio de los grandes acontecimientos y trasera personalizada con publicidad de la propia Institución.

El desfile de celebrities de todo tipo por las puertas catedralicias fue impresionante: cinco cardenales, ocho arzobispos, y veinte obispos venidos de toda España, además de nuncios apostólicos, miembros por doquier del Colegio de Consultores, Consejo Episcopal y Cabildo catedralicio, sin olvidar a los cerca de 350 sacerdotes de la curia diocesana, según manifiesta la oficina de información del Arzobispado de Toledo en nota de prensa. 

Por parte civil, el presidente de Castilla-La Mancha, ministro y subsecretario de Asuntos Exteriores, presidentes de las Cortes autonómicas y Diputación provincial, alcaldesa de Toledo -¿quién dijo que los partidarios del socialismo deben ser ateos?- además de un nutrido grupo de representantes de instituciones, formaciones políticas, Cuerpos de Seguridad del Estado, y sociedad civil. Sin olvidar, naturalmente, al sacristán mayor de la tierra y devoto a carta cabal, José Bono, expresidente de Castilla-La Mancha. Ignoro si con tamaña representación eclesiástica e institucional quedó espacio libre para acoger a la feligresía. 

Sin duda, otro acontecimiento propio de la fastuosidad con la que la Iglesia católica acostumbra a celebrar esta clase de eventos. Una disonancia con las recomendaciones que con tanta insistencia hace la Conferencia Episcopal Española a la sociedad civil a la hora de festejar actos religiosos ante el boato social, ostentación y derroche con los que habitualmente se conmemoran estas ceremonias. Un mensaje critico que igualmente hemos escuchado en Castilla-La Mancha por parte de algún alto representante eclesiástico que en absoluto sintoniza con semejante dispendio. 

La Iglesia de Francisco, apacible en las formas ante el poder civil y pobre para los más necesitados, pregona que no entiende de pompas, boatos y solemnidades. Sin embargo, hemos asistido en Toledo a una ostentación excesiva con motivo de la ordenación episcopal del obispo auxiliar de la diócesis. Está bien que los prelados españoles exijan discreción y recomienden austeridad y mesura a los celebrantes de comuniones, bodas, bautizos u otras festividades religiosas, pero sería bueno también que antes aprendan a tenerla ellos. Lo vivido en la capital regional el pasado sábado para conmemorar y dar la bienvenida a uno de sus ilustres miembros no es precisamente el mejor ejemplo.