Sin discusiones, por aclamación, y con el mínimo debate interno -si acaso-; así se han desarrollado los distintos congresos políticos celebrados en Castilla-La Mancha durante las últimas semanas. Asambleas para que nadie enturbie el objetivo principal de apoteosis y ensalzamiento al líder de turno. Es decir, congresos “a la búlgara” donde en una votación se obtiene una mayoría tan abultada que solo se explica por férrea disciplina de voto, dictada por la lealtad o temor a represalias. 

Fue el procedimiento seguido en el XV congreso regional del PP donde su líder, Paco Núñez, obtuvo el 98,50 por ciento de los votos en su reelección al frente de la formación. A la altura estuvo también el presidente de la Comunidad, Emiliano García-Page, que “exultante de felicidad” se coronaba de nuevo secretario general de los socialistas de Castilla-La Mancha con un respaldo del 99 por ciento de los votos. Para no ser menos, el secretario general del PSOE de Toledo, Álvaro Gutiérrez, elevaba el porcentaje de aceptación hasta el 99,47 por ciento para renovar el cargo en esta provincia, y algo menos el de Cuenca, Luis Carlos Sauquillo, que recibió el 98,3 por ciento de los votos para seguir donde estaba. 

Más disputado lo tuvo el actual secretario de los socialistas albacetenses, Santi Caballero, que tuvo que competir con otra candidatura y se tuvo que conformar con el 88,14 por ciento de los votos. Pero el cum laude de los congresos celebrados en Castilla-La Mancha lo obtuvo José Manuel Caballero, secretario general de los socialistas de Ciudad Real, que alcanzó un rotundo 100 por ciento de los sufragios, y del 99,5 por ciento los comités federal y regional. Tampoco Pablo Bellido, en Guadalajara, tuvo mayores problemas para liderar la formación socialista durante los próximos cuatro años y renovar el cargo por aclamación. 

Aquí se viene a aplaudir, parece haber sido la consigna dictada en cada uno de estos congresos. Con intensidad y entusiasmo delirante -añado- como bien se ha podido comprobar en todas estas asambleas. Reuniones donde las renovaciones anunciadas -es un decir- se sigue nutriendo mayoritariamente con miembros de la gran “industria política” que hoy se han convertido los respetivos gobiernos. Congresos, por lo visto, que se han transformado en actos ecuménicos vividos como festivales de la militancia, antes que como momentos de exigencia, reflexión y debate para contrastar opiniones, programas y objetivos de cara a la ciudadanía. En vano, sigue prevaleciendo el culto incondicional y personalista al líder que destruye cualquier idea libre de los militantes bajo el mantra de que la disciplina de partido es el bien primordial a defender cara al mantenimiento o conquista del poder.