Criticaba hace unos días la eurodiputada y portavoz del PSOE en Castilla-La Mancha, Cristina Maestre, la incorporación en la candidatura de Isabel Díaz Ayuso a la Comunidad de Madrid de dos políticos históricos en Castilla-La Mancha: Agustín Conde y Tomas Burgos Beteta. Una “huida” a Madrid a la “primera de cambio”, aunque ambos lleven escabullidos de esta tierra bastante tiempo. Otro ejercicio magistral de permanencia en el cargo de dos dirigentes de largo recorrido en el PP, principalmente del jienense de Villanueva del Arzobispo con una trayectoria digna de destacar como figura incombustible de rancio abolengo dentro del partido.

La abnegación política de Burgos Beteta comenzó en 1991 como diputado de la Asamblea de Madrid para, cinco años más tarde, dar el salto al Senado. Una Cámara acostumbrada a acoger a outsiders, restos de ajustes de cuentas, purgas diversas y acomodo de viejas glorias, donde el político ha permanecido sin pestañear siete legislaturas ininterrumpidas. Ahí queda eso. Treinta y cinco años viviendo de los Presupuestos del Estado, hasta las últimas elecciones generales de 2019 donde no consiguió el acta de senador por la provincia de Toledo. Mas como reconvertirse de político a civil no entra dentro de los planes del jienense e incapaz de cerrar ciclo para dar paso a nuevas generaciones, el exsenador encontró de inmediato acomodo tras su fracaso electoral como asesor del grupo popular en el Congreso.

El político in perpetuum pretende ahora, treinta años más tarde, volver a la Asamblea de Madrid y lo hace en la candidatura de Díaz Ayusoen un puesto donde si hacemos caso de las encuestas publicadas tiene posibilidades de resultar elegido. Una carrera política que, aunque desconocida y anodina acorde a la Institución donde perpetuó la mayor parte de su trayectoria, bien puede mostrarse como ejemplo de casta política y supervivencia digna de estudio. Una destreza como mejor convenga dentro del partido con tal de mantenerse a flote, aferrándose a la política como único medio de vida. Políticos que duran, duran, duran…, con riesgo de entronizarse, más bien petrificarse, y sin apenas energía, aunque de la candela en la Asamblea de Madrid, su posible nuevo destino, ya se encarga Ayuso.