Recuerdo al genialMiguel Gila con casco y chaqueta militar llamando por teléfono “al enemigo” y preguntando con rostro entre ingenuo y angelical “que se ponga”. Su humor directo, encarnado en personajes del pueblo, encandiló a generaciones de espectadores, desde que empezase en 1951 como espontáneo improvisador de monólogos. Su creación más valorada fue sin duda la del simpático y sencillo soldadote que, armado con un teléfono, llamaba al otro lado del campo de batalla inquiriendo cuestiones apoteósicas. La escuela del célebre maestro del humor absurdo y surrealista sigue vigente a la vista de los recientes acontecimientos políticos, también con el teléfono como hilo conductor.

El sainete político que en estos días se representa en varios territorios del país, trasfuguismo mediante, con Ciudadanos y PP como protagonistas principales no ha tardado en anunciarse en las carteleras de Castilla-La Mancha. Una parodia que nos recuerda al célebre monologista, y cuya gira arrancó protagonizada por una tal Isabel- que no Ninette- y un señor de Murcia. La tournée ha hecho también parada en tierras castellano manchegas interpretada para la ocasión por los líderes de ambas formaciones, eso sí, sin casco ni chaqueta militar aunque con el teléfono como hilo conductor de la discrepancia. Por un lado, la coordinadora de la formación naranja, Carmen Picazo, denunciando las llamadas del “enemigo” popular a cargos de Ciudadanos ofreciéndoles la oportunidad de irse a su formación previo pago de la “caja B del partido”. El telefoneo es inverso, si hacemos caso al presidente de los populares en la región. Según Paco Núñez, son “numerosos los cargos de Cs que se están interesando por pasarse al PP”.

La traición en política adquirió ya categoría de figura retórica y literaria en 2003 cuando dos parlamentarios socialistas tumbaron el nonato Gobierno de la Comunidad de Madrid. Desde entonces, los casos detransfuguismoen España, más conocidos comotamayazos, no han dejado de producirse. Dieciocho años más tarde sigue primando en este país la cultura política del frentismo y del relato, que tanto daña la política y genera una pésima imagen ante la ciudadanía. Salpicado ahora por un transfuguismo vía hemorragia de Ciudadanos, y en unos momentos en los que tendría que primar la recuperación económica, social y moral de un país asolado por la pandemia, asistimos a un lamentable espectáculo. Otra exhibición que acrecienta el folklore político nacional, donde todo vale y todo es posible con tal de ganar la partida a cualquier precio. ¿Está el tránsfuga?, que se ponga.