La concesión de determinados honores suscita con frecuencia controversia por lo aleatorio de su adjudicación, la misma que su retirada por parte de gobiernos, corporaciones y otras instituciones. En Castilla-La Mancha, sin refrendo y adhesión alguna mediante, al presidente del PP en Castilla-La Mancha, Francisco Núñez, seguramente en agradecimiento por los servicios prestados a su favor como “sucesor designado” de su partido en la región, se le ocurrió en su día sugerir la concesión de la medalla de honor del partido a su valedora y predecesora en el cargo, María Dolores Cospedal, una dirigente amortizada para la política.

Le recuerdan a Núñez la propuesta allá donde se presenta, mucho más a partir de cuando se dieron a conocer algunos “méritos” de la candidata a tal honor cosechados gracias a la interesada colaboración de su marido y del comisario Villarejo. Un ofrecimiento que está suscitando alguna controversia dentro de la propia formación, y que es igualmente recordada y aprovechada cada día por el adversario político que no deja pasar ocasión para tenerla permanentemente presente en sus disertaciones y no precisamente de forma afable.

Más como la trifulca de los honores de Cospedal no está “en el orden del día” del partido, según zanja ahora Núñez cuando es preguntado, el presidente regional tiene en estos momentos otras preocupaciones más acuciantes: resistir en el cargo, sin sustraerse a la catástrofe electoral sufrida por su partido en la región. Una actitud que ya ha provocado las primeras reacciones y discrepancias entre las bases y militancias de la formación cuestionando a su líder, y reclamando la celebración  de un congreso extraordinario para analizar los resultados de tamaño fiasco.  

Anteponiendo la supervivencia a la coherencia, sostiene Núñez que sigue siendo una alternativa firme y fiable de gobierno en cuatro años, además de líder de la oposición y presidente del PP de Castilla-La Mancha. Tres en uno, como los mejores pulverizadores. Un escenario donde, no obstante, el mandatario pretende encubrir la elocuencia de las urnas, solicitando ahora confianza, esperanza, y paciencia a las bases de un partido que está sintiendo cada vez más las consecuencias del desconcierto electoral sufrido.