Hablar hoy de pobres y pobrezas es hacerlo sobre un tema de los más trascendentales que tiene la civilización actual a nivel mundial y que además se ha convertido en su gran asignatura pendiente. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 (ODS), documento marco propiciado por la ONU en el año 2015, lo sitúan como su primer objetivo. Reducir los niveles de extrema pobreza es una tarea urgente porque incide transversalmente en todas las dimensiones de la vida, en lo antropológico, lo sociopolítico, lo económico, y por qué no también en la dimensión religiosa de la vida. La celebración de la Jornada Mundial de los pobres nos ofrece el marco adecuado para la reflexión y para ser punto de diálogo y debate social.

Ofrecer el tema sobre la pobreza y los pobres a reflexión supone fijar la mirada en tres campos conceptuales de análisis: quiénes son hoy día pobres, las “nuevas pobrezas” de la sociedad del bienestar y del consumo, y el fenómeno de la aporofobia u odio al pobre.

Generalmente, cuando hablamos de una persona pobre pensamos principalmente en el uso y posesión de bienes materiales necesarios para vivir, es decir, en la dimensión humana que tiene que ver con el tener: alimentos, casa, vestido, instrucción, cuidados sanitarios… Pero el pensamiento social cristiano trasciende el análisis y fija también la mirada en su otra dimensión como hombre: la del ser. La esencia de la pobreza no está pues solo en el tener, sino que radica también en el hecho de no ser hombre en dignidad y libertad, o de no serlo suficientemente. Tener bienes y ser hombre, aunque pueden ser cuestiones correlativas no coinciden en su totalidad. Por ello ser hombre implica, además de tener lo necesario para vivir, disponer de los medios necesarios para crecer en libertad y dignidad.  El tener es siempre para el ser y la libertad, no al revés.

Cuando la mayor abundancia de bienes -propio de nuestras sociedades opulentas- no redunda en liberación integral de la persona pueden ser causa de extrema pobreza. He aquí pues dónde hemos de poner el foco de la cuestión: son pobres aquellos que no son reconocidos como hombres, o no suficientemente, por lo que psicológicamente desesperan y materialmente viven instalados en la inhumanidad.

El segundo ámbito que se ofrece para la reflexión y el dialogo social se fija en las nuevas pobrezas de hoy. Son pobrezas que surgen en nuestro sistema social establecido de bienestar y consumo que marcan la vida de los países desarrollados, pero que también inciden de manera especial en los considerados países pobres. Nunca el hombre ha tenido tanto y sin embargo nunca se ha visto tanta gente insatisfecha y por consiguiente pobre. La lista de nuevos pobres desde el planteamiento que hemos hecho del pobre -como el “no hombre”- puede ser interminable: inadaptados, desorientados, drogodependientes, ancianos, delincuentes, marginados, sin techo, parados… Las últimas encuestas en nuestro país nos hablan de 12,5 millones de personas que viven en el umbral de la pobreza y exclusión social.

Muchas, tal vez demasiadas, de estas pobrezas son consecuencia de la ideología dominante que tiene como centralidad el mercado y el consumo. El primero todo lo acapara y el segundo lo determina. Este sistema crea pobreza, porque en nombre del primero se cometen muchos atentados contra la dignidad del hombre; y la mentalidad consumista abona pobreza porque estimula y crea continuamente nuevas necesidades estimulando necesidades ficticias por encima de las primarias que, por una parte, acrecientan la desesperación de quien no tiene nada, y por otra, la insatisfacción de los que no pueden conseguir lo que quieren. Un análisis serio lleva a la conclusión de que para erradicar la pobreza hace falta transformar la sociedad.

Y el tercer campo de reflexión se focaliza en una palabra -aporofobia- acuñada por Adela Cortina, catedrática emérita de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia. Significa “odio al pobre”, una de las muchas palabras que tratan de significar realidades negativas en nuestra vida cotidiana como xenofobia, antisemitismo, cristianofobia, islamofobia … Son palabras que descubren el sentido de la cultura actual que prima en gran manera el descarte, la exclusión, la indiferencia, de lo que tanto habla el Papa Francisco. Nuestra oferta para la reflexión, el discernimiento y el diálogo: FRATELLI TUTTI 

GRUPO AREÓPAGO