El distanciamiento entre la sociedad y la política es evidente y preocupante. Lo más habitual entre la ciudadanía es decir que no le importa la política o lo de que todos los políticos son iguales. Cabe plantearse si no serán los políticos los más interesados en que la gente “pase” de la política, lo vea como algo que está ahí por alguna razón y que lo más cómodo es aceptar con resignación lo que nos venga, porque es algo irremediable y no merece la pena preocuparse de ello, como bien dijo John F. Kennedy: “La conformidad es el carcelero de la libertad y el enemigo del crecimiento”. 

Por otro lado, hay ciudadanos a los que nos preocupa la política, que sabemos que a través  de la ella se pueden hacer muchas cosas buenas por la gente, que la política condiciona nuestra vida, para bien o para mal, que hay otra forma de hacer política a la que estamos padeciendo, y ya no lo digo sólo por los actuales gobernantes  de cualquier signo político, sino también por los que aspiran a serlo. 

El espectro político español se ha polarizado, la izquierda y la derecha se radicalizan ideológicamente más cada día, pensando en que cuanto más alejados estén los polos, mayores serán sus beneficios partidistas, pero que la sociedad lo que necesita es que acerquen posiciones y propuestas, sean capaces de consensuar los grandes temas, para entre todos solucionar los problemas que tenemos, que son muchos y graves. 

Los dos partidos mayoritarios son los responsables de la aparición del populismo en la política española, ya que estos últimos sacan a la palestra problemas que los primeros no tienen la valentía de abordar. Los populistas de todo signo se aprovechan del enfado y la crispación social para proponer soluciones, en la mayoría de los casos irrealizables e inviables desde cualquier punto de vista. 

Vivimos en una constante campaña electoral de los dos “viejos” partidos. Cada fin de semana convocan actos multitudinarios, para que sus incondicionales envuelvan a sus respectivos dirigentes en aplausos y elogios, para retroalimentar su autoestima, que les lleve a pensar que son los mejores. Seguro que les vendría bien un baño de realidad semanal, es posible que así las cosas cambiasen. Esto no va de ver quien lleva al recinto más público, sino de quien es capaz de hacer propuestas moderadas, que sea posible consensuar y que puedan reportar beneficios a la ciudadanía. 

El PP y el PSOE necesitan savia nueva, pero no necesariamente joven, aunque también, no se trata de que los pupilos adoctrinados y contaminados ideológicamente sustituyan a los actuales dirigentes, sino de que personas independientes, con criterio propio, con experiencias profesionales en diferentes campos, formen parte de comisiones de trabajo para asesorarles de forma imparcial y enriquecer con ello el ideario de cualquier proyecto político. Sería la forma de que estos partidos se regeneren y sean instrumentos útiles para la sociedad. 

Dicho esto, no pierdo la esperanza de que más pronto que tarde, la política española se transforme en lo que necesitamos los ciudadanos, en políticos cercanos, que vivan en primera persona el día a día de la sociedad a la que representan. Que cuando hagan visitas a cualquier territorio no intenten rodearse sólo de sus seguidores, sino que hablen con personas ajenas e incluso críticas con su proyecto e ideología, se harán una idea más precisa de lo que les rodea. 

José Ignacio Roldán Cortés