El cuidado a nuestros mayores debe ser una prioridad para las instituciones, un asunto de Estado, algo que a día de hoy solo queda en una mera declaración de intenciones, sin poner en duda las buenas intenciones de algunos, no todos, los responsables políticos.

En las familias españolas está arraigada la costumbre y el deber de cuidar a nuestros mayores en el ámbito familiar, pero en ocasiones y por diferentes causas, es algo imposible de realizar, sobre todo cuando hay problemas patológicos que han de ser tratados por profesionales sociosanitarios, a los cuales debemos reconocer su gran labor, esfuerzo, dedicación y sensibilidad. Este problema se agudiza en los pequeños pueblos, carentes en la mayoría de los casos de centros en donde se pueda atender las necesidades de las personas mayores, y cuyas familias nos vemos obligados a alejarlos de su entorno para encontrar el cuidado que necesitan, un exilio para vivir sus últimos años alejados de su pueblo.

Ahora que está en la palestra el tema de la "España vaciada", hago un llamamiento para que desde las diferentesinstituciones se elabore un plan para dotar a los pequeños municipios de miniresidencias de mayores, y así evitar la marcha de los mayores y al mismo tiempo crear puestos de trabajo para los profesionales que los atenderían.

Es evidente que estas miniresidencias no pueden tener la misma dotación que un gran centro, por lo que los servicios de fisioterapia, psicología, terapia ocupacional los podrían realizar equipos itinerantes, al igual que ya lo hacen los geriatras.

Sin duda es un gran esfuerzo e inversión, pero algo a lo que estamos obligados, y aquí no vale la palabra "insostenible". Se pueden obtener recursos para financiar este plan si por una vez los políticos se olvidan de lo suyo y se preocupan de la gente. Debe haber una voluntad política de hacer las cosas o al menos intentarlo.

Los recursos se podrían obtener suprimiendo organismos, observatorios y demás entidades ineficaces y costosas, que no aportan nada a la ciudadanía, son chiringuitos creados por unos y otros para colocar y mantener a sus afines.

Dicho esto, soy de los que no pierdo la esperanza de que algún día tengamos la suerte de que lleguen a las instituciones públicas un grupo de personas responsables, sensibles y competentes, que se ocupen de las personas mayores del entorno rural, para que no tengan que abandonar su pueblo en la última etapa de su vida.