Llega el calor, la luz del día se prolonga hasta horas propias de la noche y cada cual disfruta como puede los primeros movimientos fuera de casa. Se recuperan parte de derechos fundamentales básicos como la libertad de movimiento, suspendido temporalmente para sostener colectivamente la salud de todas y de todos (pública). Pasear, jugar, hacer deporte se han convertido en estos últimos días en actividades tan deseadas como básicas. Una suerte de redescubrimiento de la importancia que estas acciones comportan para el desarrollo de la vida, cuyo valor estamos recolocando durante el confinamiento. A través de ellas, sin pensarlo, desarrollamos un sentido de pertenencia a una comunidad, resignificamos actividades como pasear, jugar o hacer deporte para darles un sentido colectivo, común. Se trata de acciones comunes que solo pueden tener lugar mediante la preservación y existencia de bienes comunes. El ejemplo más claro en estos tiempos reside en la Sanidad Pública. Sin su existencia, pasear, jugar o hacer deporte no hubiera sido posible ahora para tantas y tantas personas.

Casi dos meses de confinamiento nos han proporcionado revelaciones de lo ya existente. El gusto por la Naturaleza llena de vida y sin contaminación; la bondad de unos tiempos sociales ordenados bajo las necesidades de niñas, niños, mujeres y hombres; la relevancia de la igualdad y de las desigualdades… En definitiva, poner la vida en el centro (de la vida). Sin embargo, no conseguimos adivinar todavía, con suficiente claridad, el horizonte colectivo. Eso que se ha convenido en llamar «nueva normalidad». Por paradójico que resulte no solo no somos capaces de proteger las acciones y bienes comunes haciéndolos nuestros, sino que además mostramos un sentimiento de queja colectiva, desplazando la responsabilidad de nuestras acciones y conductas hacia el lugar donde, también con errores, se está actuando para garantizar la vida con derechos. Se está creando una atmósfera de condena al Gobierno mientras nos desentendemos, en los distintos ámbitos de actuación, de nuestra responsabilidad colectiva e individual. Irresponsabilidades no exentas de consecuencias.

Numerosos gobiernos autonómicos y municipales se oponen torticeramente a las medidas adoptadas por el Gobierno central para presentarse como adalides de la libertad individual -de movimiento, reunión, etc.-, en unos casos. En otros, simplemente eludiendo su obligación de estudiar y proponer políticas adecuadas para hacer posible una vida digna con derechos en los diferentes territorios. Regreso, en tantos y tantos casos, del marketing y de la mentira -bulos- como expresión habitual de la política. Ciudadanas y ciudadanos sobrecogidos por el miedo, molestos por la limitación de sus derechos, se alejan de la política creando una tierra de nadie que con demasiada frecuencia suele ocupar el populismo de derechas.

Ciudad Real no constituye un contrapunto de lo descrito más arriba (nada se dirá en este momento de nuestra Comunidad Autónoma, presidida por el ensimismamiento y egotismo de su mayoría absoluta). Pese a las muchas incertidumbres que planean sobre las y los vecinos de Ciudad Real, en especial referidas a la economía y al trabajo y pese a los instrumentos-llave con los que se está dotando a las autonomías y corporaciones locales, como por ejemplo la inyección de 16.000 millones de euros para las primeras, o la supresión temporal del techo de gasto para las segundas, se asiste a un malabarismo político del equipo de gobierno, que olvida sus obligaciones y responsabilidades más básicas, dando entrada a la Nada política. Un extravagante pacto para gobernar nuestro municipio está impidiendo la colaboración y coordinación con los demás grupos que también conforman la Corporación Local para adoptar iniciativas y propuestas que estén a la altura del momento actual.

Y aunque nadie tiene la varita mágica con la que dar a la vuelta al hundimiento de la economía y del trabajo en sectores tan relevantes para Ciudad Real como el pequeño comercio o la hostelería, también para otras actividades relacionadas con el ocio (música, teatro, cine, circo…), existen propuestas del pasado reciente que hoy resultarían un acicate estupendo para garantizar una vida digna con derechos a través de bienes comunes como el espacio público. Cuántas personas, cuántas veces han pensado y deseado que Ciudad Real cerrase su centro al tráfico para así descubrir otros usos de los espacios públicos (paseos, juegos, deportes…) que, además, fueran respetuosos con el medioambiente. Si ayer esta medida constituía una reivindicación justa, hoy se ha convertido en una necesidad imperiosa.

Imaginemos un día como el de hoy, con mujeres, hombres, niñas y niños disfrutando en el centro de Ciudad Real de espectáculos teatrales, musicales, cine al aire libre, cualquier otra oferta artística que ayude a olvidar el miedo y recuperar la confianza durante el confinamiento. Imaginemos un día como el de hoy, con mujeres, hombres, niñas y niños compartiendo juego y conversaciones en torno a una mesa de una terraza de este o aquel bar o restaurante. Imaginemos un día como el de hoy, en el que a las trabajadoras y trabajadores que han hecho posible la vida se suman todos aquellos, o una buena parte, que hasta ahora han estado en casa. Imaginemos, en última instancia, la felicidad social y económica de una Ciudad Real cuyos gobernantes tengan el arrojo y valentía de adoptar medidas valiosas para la vida…

Francisco Trillo Párraga es miembro de Unidas Podemos en Ciudad Real