Dice la tradición que la Virgen María bajó de los cielos para imponer en Toledo una casulla a San Ildefonso, cuya fiesta se celebra hoy. En la Catedral Primada se conserva incluso la piedra en que apoyó el pie. Ildefonso era un godo de la época de San Isidoro y San Julián, en las catacumbas de la Historia de España. Su devoción mariana le valió el favor celestial y está considerado uno de los santos viejos y Padre de la Iglesia. Si hubiese vivido hoy no sabemos el color de la casulla, que intuimos blanca. Estos visigodos, desde la conversión de Recaredo, intentaron combatir el arrianismo, que era la herejía de la cual ellos provenían. Hubo incluso algún caso de arzobispo toledano seducido por tal doctrina, que comprometía la divinidad de Cristo. En cualquier caso, la Virgen María se valió de los prohombres godos para implantar la fe en la Península Ibérica. Si hoy tuviera que bajar de nuevo y contemplase la caterva de próceres que nos gobierna, la Virgen huiría despavorida y no se la encontraría ni en los altares.

Si hubiese que hacerle una casulla a Pedro Sánchez, habría que tomarle primero las medidas y luego ver si el color casa con la cara. Lo primero que hizo al llegar a Moncloa fue cambiar el colchón, porque se le apareció Begoña, no la Virgen. Los prohombres hispánicos de ahora no dan la talla, la verdad. No imagina uno a Echenique escribiendo las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, pero todo pudiera ser. La cuestión es que Sánchez no tendría casulla o no se le adivinaría el color. Le sucedería lo que al dómine Cabra, en la célebre descripción que de él hizo Quevedo –el bueno, no el rapero- en El Buscón. Unos días parecería de un color y otros, del distinto. Es lo bueno que tiene Sánchez, que dice una cosa y la contraria y todos callados y contentos. Aunque para mí, Sánchez perdió hace mucho la casulla. El rey está desnudo y no lo sabe, si bien creo que eso es más culpa del PP, que se afana en darle vidas como en los videojuegos.

La casulla de Feijóo se está poniendo lacia como no consiga desprenderse de Vox, que la ha utilizado para amortajar a Losantos y este los ha mandado al banquillo. El vicenada de Castilla y León escribe un protocolo con tinta invisible, que solo muestra fatuidad. Y las sanchinas vuelven por enero, dando palmas con las orejas, mientras los pajarillos cantan y las nubes se levantan. Aquí, cuando gobernó Podemos y Molina se fue a Barcelona por su cuenta y riesgo, tardaron en salir igual que los subalternos cuando pilla el toro al maestro. A esta gente del extremo hay que dejarla que se decolore como casullas viejas, pues son eso… Ideologías de otro tiempo, de otra época, que huelen a rancio y turiferario. De izquierdas y de derechas.

La cuestión de la casulla de Pedro Sánchez y si la que le hace Tezanos todo los meses le valdrá para imponerse otra nueva en diciembre se resolverá si el PP logra activar a un grupo de electores de centro, que no se preocupa mucho por la política y que, si la economía no va mal, igual le compra la mercancía al Presidente. Al PP, por su propia deriva, solo recurren en caso de socorro y extrema unción. Del bolsillo, no política. La casulla tendrá más mentiras y remedos que la de un sastre zurcidor, pero le vale a Sánchez para seguir tirando hacia adelante. Lo que viviremos los próximos meses será una agitación política sin precedentes, en la lógica sanchista de que hay más votos de izquierdas que de derechas y hay que activar las primeras con el miedo a las segundas. Aunque no haya protocolo, aunque se evapore el mar, aunque no exista nada de la realidad que se diga.

Lo curioso será cómo Page y Tolón se colocan otra casulla distinta, sin nada que ver con la petrina. Si se encomiendan a Ildefonso, este les ayudará y les dará la suya. Y los electores decidirán con cuál se quedan. Jugar con Sánchez en el equipo estos comicios, es como saltar al campo a la pata coja. En realidad, Pedro ya no tiene casulla, porque vendió hace mucho tiempo a los indepes la suya.