María Dolores de Cospedal fue el miércoles por la tarde al Congreso de los Diputados para declarar en la comisión de investigación de la Kitchen. Por la mañana, había sido citada por el juez García-Castellón en calidad de investigada por el mismo asunto o similares cuestiones. Su esposo, Ignacio López del Hierro, declinó en su turno hacer ningún tipo de consideración a los diputados, acogiéndose a su derecho de no declarar. Ocurrió entonces que los parlamentarios suspendieron la sesión de la tarde sin avisar a la requerida, que se presentó con una cámara de televisión española en el Congreso y un bedel en la puerta. La indignación de Cospedal era inteligible y su cabreo más. Nadie se había preocupado de ella y solo le faltó decir quién manda aquí. En realidad, Cospedal me recordaba a los padres que preguntaban a la dependienta dónde está el encargado. Y ese es el problema que hoy tiene España. Que no hay ningún encargado en la planta de arriba al que pueda llamarse. A unos los echaron y otros andan por el sótano.

Para empezar, en el mismo PP Cospedal sabe que nadie conocía al encargado. Un señor que pasaba por la puerta con gabán y dos o tres cosas más. Rajoy no sabía, ella tampoco, Soraya menos... La culpa de la guerra la tiene el furriel y los cabos inician la batalla. El tesorero hacía y deshacía a su antojo y multiplicaba el dinero como los panes y los peces. Raúl del Pozo relató como nadie las páginas del barceneo y Rosalía, que no era la de malamente, pero casi, tra trá. Se empieza sin saber quién es el encargado y se termina sin archivar la contabilidad.

Pero lo del encargado es muy hispánico y no conviene hacer bromas con ello. La crisis de España es crisis de encargados, pues no hay, no existen, no se les conocen. O quizá sí, pero como son tantos, agachan la cabeza y pasan de puntillas. El presidente es el primero que no habla ni se le espera. Durante la pandemia ha estado en el piso de arriba esperando que lo llamen. Y no ha contestado al servicio, que eran los presidentes autonómicos. Sánchez es muy suyo y no está para fruslerías. Ahora vienen los indultos y hará que firme el Rey. Este sí es encargado, pero como le han quitado las atribuciones, se entretiene mirando el ventanal.

España no funciona porque nadie sabe dónde está el encargado. Quizá sea nuestro sino y así nos vaya mejor. En la Guerra de la Independencia se fueron todos y, en cambio, el pueblo echó al francés sin despeinarse. Hasta que vinieron los reyes y volvieron a joderla. Ahora suben la luz y vete tú a preguntar. Larra lo clavó hace dos siglos con el “Vuelva usted mañana”. Ya apuntaba el desahucio moral de los encargados y aquí seguimos, sin nadie que salga a atender.

Cospedal, sin saberlo, ha puesto el dedo en la llaga que supura y no para. El encargado no está ni se le espera. Ha salido de viaje el señor y no creo que vuelva para cenar. Si quiere usted, puede leer unas revistas o llamo al servicio para que le sirvan algo. Entre tanto, el Rey Viejo salió sin avisar y tampoco ha vuelto, porque no puede. Marruecos, que lo sabe, manda la ola y ya saldrá alguien a decir algo. Cuando quieran darse cuenta, el encargado se ha muerto como con Franco. Al final, el mejor encargado es el que no existe. Por eso se inventó el Falcon.