La Unión de Uniones de Castilla-La Mancha, con gran fuerza en el sector de las cooperativas agrarias de la región, mantiene un pulso con el Gobierno de García-Page cuyo trasfondo parece ir más allá de las vicisitudes del día a día. Su malestar con el consejero de Agricultura, Francisco Martínez Arroyo, es tan grande que en su último comunicado Unión de Uniones le llama el “consejero traicionero”.

La traición se habría consumado ante el ministro de Agricultura al desdecirse Martínez Arroyo y poner en una situación de abandono a “sus agricultores y ganaderos” al quedar conforme “con las 20 agrorregiones que cronifican la desigualdad de nuestra región con los demás agricultores y ganaderos del país”. Dicen que Arroyo, después de haberles pedido ayuda mediante movilizaciones para defender la postura de la Consejería ante la negociación de la nueva PAC con el Ministerio de Agricultura, ha dado marcha atrás a la hora de firmar y “toda exigencia parece haberse esfumado”.

En su duro comunicado, La Unión de CLM lamenta que no solo ha rectificado sobre las conversaciones mantenidas con ellos sino que también en las reiteradas comunicaciones de prensa, en las que “había quedado patente que la postura del Gobierno regional era defender que la injusticia que se había cometido con la región en los últimos 40 años tenía que concluir”.

Dicen que “no es razonable, ni justo, ni cumple con la norma europea, que un olivarero de Ciudad Real reciba una ayuda de 180 euros, mientras en la provincia limítrofe, uno de Jaén, que lleva a cabo la misma función social, ambiental y como productor, reciba hasta 1.000 euro, llegando en algunos casos a ser más. Y éste solo es un ejemplo de un cultivo y dos regiones”.

En ese sentido acusan al gobierno nacional de estar permitiendo esta situación desde hace años, independientemente de quien gobierne. Pero, a nivel regional, “y una vez más, se hinca la rodilla a cambio de no se sabe qué beneficios para la región”.

Consideran inaceptable que “ante la oportunidad que se presentaba, una vez más, tengamos que doblegarnos y ser, ya no ciudadanos de segunda, si no ciudadanos olvidados. La agricultura no preocupa, es solo una herramienta de negociación política”. Y todo ello, creen, para “mantener los privilegios históricos que se reparten unos pocos, en lugar de luchar por la igualdad de los ciudadanos, y la solidaridad entre profesionales para la mejora del sector”.