Teresa Arévalo, asesora del Ministerio de Igualdad e imputada en el caso de la llamada "niñera de Podemos" de Ciudad Real, ha negado este miércoles ante el juez que se encargara del cuidado de la hija de Irene Montero. Sostenerla "un momento" durante un mitin no significa que estuviera al cargo del cuidado de la pequeña, se ha defendido Arévalo ante el juez.

La exdiputada ciudadrealeña ha recalcado que cobraba del grupo parlamentario, no de Podemos, que es lo que se le imputa. Ello puede derivar en que el delito de administración desleal pueda ser finalmente una presunta malversación de fondos públicos, según ha considerado la abogada de la acusación popular que representa Vox, Marta Castro, a la que Arévalo no ha contestado en la vista.

Teresa Arévalo es la jefa de gabinete adjunta del Ministerio de Igualdad de Irene Montero desde que se formó el Gobierno de coalición a principios de 2020. Desde junio, y como si fuera una ironía, también es la secretaria de Política de Cuidados de Podemos, un órgano de nueva creación.

Esta designación se produjo pese a que Arévalo no obtuvo escaño en los comicios de 2019 -ni en abril ni en noviembre- como cabeza de lista por Toledo. Ocupó esa plaza después de que la vicepresidenta del Congreso y antaño jefa del equipo legal de Podemos, Gloria Elizo, la dejara vacante al presentarse por Madrid.

Arévalo fue diputada cuando se presentó por , pero perdió el escaño al hacerlo por Toledo en la lista de Unidas Podemos. Dos veces seguidas. No le ha ido mal, económicamente hablando, teniendo en cuenta el sustancioso sueldo que percibe como asesora de la ministra de Igualdad. Sin embargo, su carrera como política electa concluyó al presentarse por Toledo y se ha encontrado envuelta posteriormente en el tortuoso proceso judicial del caso Niñera.

A la anterior diputada de la formación morada por la provincia, Gloria Elizo, tampoco le fue mal y después de ganar su escaño por Toledo repitió como diputada por Madrid. Por Toledo apenas apareció durante los cuatro años de legislatura. Ahora ha caído en desgracia en Unidas Podemos y ha pasado a una posición irrelevante en el partido y en el grupo parlamentario.

Otro candidato de Podemos por la provincia de Toledo, el ya olvidado José García Molina, que encabezó la candidatura a las Cortes regionales en 2015, tuvo un irresistible ascenso y un gran protagonismo durante la primera etapa de la legislatura como presidente de su grupo parlamentario, que lo formaban dos diputados mal avenidos. El protagonismo y la fuerza empezó a perderlo en el momento en que entró a formar parte del gobierno socialista de García-Page. Lo que debía impulsar su figura como líder de Podemos en Castilla-La Mancha acabó siendo su tumba política y ni siquiera logró mantener su escaño cuando se presentó -de nuevo por Toledo, como no podía ser de otra manera- a las autonómicas de 2019. En esas circunstancias, y ya apagada su estrella en Podemos, renunció a seguir al frente del partido en la región y volvió a sus clases universitarias en Talavera.

Parece que Toledo tiene gafe para los candidatos de Podemos. O quizá sea simplemente que este partido que venía a asaltar el cielo no ha sido capaz siquiera de levantar los pies del barro de la tierra, en el que las encuestas lo van hundiendo más cada día.