Dejarse condicionar por la sensibilidad, que protege nuestros recuerdos, a la razón, que vela por los de todos, es anteponer nuestra corta vida a la historia de siglos de un país. Por eso aunque a veces desearíamos renunciar a opinar por que nuestra opinión es realmente dura, es aconsejable que, de opinar, lo hagamos prescindiendo de los sentimientos, que tergiversan duras realidades en meras equivocaciones, y lo hagamos con la razón, que deja las cosas claras.