Tenía razón el Sr. Sánchez, aunque algunos señalen cada vez listones más altos, más difíciles, más estéticos. Todos sabíamos, y sabemos (bueno, los adversarios de Sánchez aún no se han enterado), que los conflictos se solventan, en democrática, con diálogo antes que con imposiciones. Lo sabíamos, pero se necesitaba la comprobación. Han sido tantos los que se han posicionado en contra que te hacen dudar hasta de lo que crees que sabes. Tú te equivocas y los otros, que se anuncian como mayoría o gritan más fuerte, no. La confirmación ha venido de los resultados de las elecciones de Cataluña. El Sr. Sánchez se ha apresurado a señalar los efectos sanadores del perdón, de la paz interna, de la convivencia ciudadana. Estos valores tampoco los aceptan las derechas, como en su momento no aceptaron el final del terrorismo en el País Vasco. De hecho, todavía hay quienes siguen invocando a ETA a la vez que siguen añorando el franquismo.

Pero, dejemos al Sr. Sánchez con sus discursos sobre los efectos terapéuticos del diálogo, para apuntar a otros actores. Primero, los propios, los que dicen pertenecer al mismo partido. ¿Qué pasa en este momento concreto en España? La economía española es la que más crece en Europa, los afiliados a la seguridad social se incrementan, la inflación se controla, los beneficios de la banca se disparan, las grandes empresas ganan, la hostelería recupera espacios, el turismo explota hasta el punto del desbordamiento. Se han celebrado elecciones en el País Vasco y han resultado según lo previsto. Por último, en Cataluña el independentismo ha bajado en votos. Ha ganado las elecciones el PSC, se supone que como consecuencia de las políticas desarrolladas en España respecto a Cataluña. Se podría sostener que el Gobierno y el PSOE están haciendo las cosas bien ¿Qué hacen ahora quienes desde su partido le cuestionan? Callar y esperar. Gobernar es una carrera de fondo y en algún momento surgirá el desmayo. Será la oportunidad para recordar que tenían razón. Y por eso el objetivo ya se coloca en las siguientes elecciones. Los resultados en Cataluña se considerarán insignificantes y la tranquilidad, conseguida con el sistema contrario al del artículo 155 del PP, carecerá de valor. Las próximas elecciones europeas serán otra prueba a superar.

En la siguiente escena se sitúa el enemigo ajeno. No empleo la palabra "adversario", que en democracia sería lo correcto, porque, para la derecha española, la oposición al Gobierno se entiende como una batalla sin tregua. Desde que el Sr. Feijóo no fuera presidente de España porque no quiso se ha reforzado la guerra total al Gobierno del Sr. Sánchez. El truco consiste en mantener la misma estrategia antigua, por muy oxidada que esté, y aferrarse a ella, aunque la realidad demuestre lo contrario. ¿Qué importa la realidad, sí nosotros inventamos otra? No van a aceptar ahora la amnistía, cuando la han convertido en causa y motivo para sacar a sus militantes a la calle; para hablar de las desigualdades que acarreará la amnistía y para tener el anteproyecto de ley encerrado en los sótanos del Senado hasta que hayan finalizado las elecciones en Cataluña. Una vez terminados los procesos electorales territoriales, la agitaremos para seguir tensionando a castellanos, valencianos, andaluces o extremeños. ¿Alguien les despertará del sueño estéril de la derecha? Y final. El mayor punto de conflicto de España desde 2017, se ha diluido con un triunfo del PSC y ese triunfo habla más de diálogo que de guerras crispadoras. Agotados por la extenuante división y confrontación interna, han optado por una mayoría catalanista, pero no independentista. A ver si alguna vez se habla de federalismo en serio.