Podría comenzar el artículo con una acumulación de descalificaciones al Sr.

Casado, líder del PP. Se lleva lo de los insultos, sobre todo en la gente de

derechas. Imagino que, con este recurso, atraería la atención del lector. Pero,

¿tendría más razón en lo que vaya a escribir? Hace tiempo un periodista me

corrigió cierta inclinación al insulto a la que todos recurrimos de vez en

cuando. Estamos cabreados, indignados y cuanto hace o dice el contrario nos

parece un horror y nos produce rabia. Así que descargamos esa rabia

insultando al contrincante. Gracias César, por aquella conversación que me

descubrió el submundo inútil de los insultos. Con descalificaciones e insultos tal

vez podamos acaparar la atención de quienes necesitan bazofia para que un

texto o un discurso les suenen atractivos. Podremos, incluso ascender en la

organización partidaria a la que pertenecemos o medrar en la empresa

mediática en la que trabajamos al mostrarnos fanáticos rocosos. Pero

cualquiera de los réditos que proporcione el insulto y la descalificación no

significan tener razón. Así que enhebraré este texto diciendo que resulta

vergonzoso, en el momento actual de España, la negativa del Sr. Casado a

colaborar con el Gobierno de la nación. Y más vergonzoso aún quienes lo

justifican o teorizan. ¿Cómo entiende la democracia la derecha cuando no

ocupa el poder?

En una actividad política madura ocuparía el primer lugar la lucha contra la

pandemia. Lo sabemos y lo repetimos: no existe derecha o izquierda contra un

virus. Todos somos víctimas. “Politizar” el virus solo esconde limitaciones de

liderazgo, una clara indignidad moral o un exacerbado “populismo

epidemiológico”. Es el caso de la Comunidad de Madrid. El segundo de los

frentes se relaciona con la crisis económica que la epidemia está causando.

Los responsables políticos se empeñan en anunciar que la crisis se superará

pronto. Suponemos que quieren evitar nervosismos colectivos. La crisis del año

2008 aún no se había superado en 2020, cuando apareció el virus que nos

atormenta. La actual se llevará negocios e industrias por delante, dejará

familias sin empleo, aumentarán los jóvenes sin estudios ni una preparación

adecuada. Entrarán en el mercado laboral, si es que entran, sin cualificación,

con lo que se mantendrá la espiral de precarización del empleo que permanece desde los inicios de la democracia en España. Ambos escenarios serían

motivos más que suficientes para colaborar con el gobierno por quienes se

postulan como su alternativa. Porque las crisis, sanitaria y económica, no se

van a superar insultando a Sánchez. Ni siquiera odiándole. Tampoco

anatematizando a partidos políticos que – gusten más o gusten menos - han

sido elegidos por ciudadanos tan dignos como los demás.

Hacer en estos momentos “demagogia epidemiológica” es tan estéril como

desperdigar por los medios de comunicación calificativos contra Sánchez. La

demagogia oculta, lo mismo que las descalificaciones e insultos sistemáticos,

la pereza mental e intelectual de quien la ejercita, por muy apasionantes que

puedan sonar. La demagogia populista niega la Política como instrumento de

convivencia y de resolución de conflictos. No renovar las principales

instituciones de la democracia parlamentaria, el Consejo del Poder Judicial,

RTVE y otros, significa negar la misma democracia. Los miembros del Consejo

del Poder Judicial fueron nombrados por un gobierno del PP y eso es lo que no

quiere variar el Sr. Casado. Puro ventajismo. Deslegitimar las instituciones

constitucionales se agrava, cuando el Sr. Casado sostiene que la negativa a

la colaboración se fundamenta en la presencia en el gobierno de un partido que

no le gusta por sus planteamientos totalitarios. Débil razonamiento más

totalitario aún que el partido que él rechaza. Una boutade.