Hace muy bien Paco Núñez en apretar a García-Page con el voto de los diputados del PSOE en Castilla-La Mancha, aunque sepa de sobra que le está pidiendo un imposible. Con el actual sistema de partidos establecido a partir del setenta y ocho el que se mueve no sale en la foto. El voto personal e indelegable consagrado por la Constitución para diputados y senadores es algo que se incumple por acuerdo tácito de todos los partidos desde el momento en que la disciplina de partido se colocó por encima de ese derecho fundamental en cualquier representante del pueblo y se catalogó como tránsfuga a cualquiera que se atreviera a saltársela.

No sé si algún diputado o senador, después de haber votado en conciencia en contra de las directrices de su grupo parlamentario se ha dirigido al Tribunal Supremo y/o al Constitucional en amparo de ese derecho claramente expresado en la Constitución. Si no se ha hecho nunca alguien lo podría hacer, pero simplemente se daría la satisfacción de tener razón porque aunque conservara su escaño con todas las de la ley, las probabilidades de concurrir de nuevo en las siguientes elecciones por su partido serían cero.

No hay constitución que valga ante la maquinaria partidista, entre otras cosas porque en cuanto se empezaron a dar casos a izquierda y derecha de parlamentarios que pretendían ir por libre con su voto “personal e indelegable”, la respuesta de los aparatos fue contundente y el sujeto arrojado al infierno de los tránsfugas.

Paco Núñez ha pedido ahora a los parlamentarios que teóricamente dependen de García-Page que voten en conciencia y desde el partido le han contestado que su propuesta es la de alguien que propicia “la mayor de las corrupciones” que es el transfuguismo. Si fuera al contrario, estoy convencido que desde la acera de enfrente contestarían con el mismo argumento. Así que lo de Paco Núñez no deja de ser un brindis al sol.

Nadie quiere suicidarse políticamente y mucho menos un Emiliano García-Page que tiene bien claro que fuera de la “Iglesia” no hay nada que hacer. Ahora está en minoría y lo último que se la pasaría por la cabeza es dar la campanada. Su futuro político sería cero porque habría una parte del PSOE que, a pesar de entender sus razones, nunca justificaría su “transfuguismo”.

Emiliano García-Page esperará porque sabe que es la única manera de tener dentro de quién sabe cuánto tiempo la oportunidad de liderar un partido que como ha demostrado a lo largo de su historia es capaz de representar unos principios y los opuestos, seguir siendo la referencia de la izquierda y tener y mantener el poder.