Han coincidido en el tiempo dos sucesos con un común denominador: agresión a un homosexual. El de Madrid ha resultado una película de terror montada por alguien que simplemente pretendía ocultar otra relación a su pareja, pero que en cuanto saltó a los medios se vio que tenía todas las trazas de ser uno de esos relatos ideales para la  didáctica de lo políticamente correcto.

El ministro del Interior se olvidó de preguntarse por la veracidad de lo acontecido y los medios, entre prisas y lo deslumbrante de una historia que contenía todas las características para ser integrado en el catecismo de lo políticamente correcto, se olvidaron de cualquier presunción de veracidad y compraron una narración redonda. Mientras, en los gabinetes de comunicación de Moncloa, la factoría de ficción se puso en marcha: prioridad absoluta a un relato del que había que apoderarse como otra de esas banderas que sólo la izquierda puede detentar. Sánchez en campaña como el adalid de la tolerancia y el enemigo declarado de cualquier fobia, siempre que ésta, claro, cumpla los estándares que marca el progreso… y de pronto, el derrumbe de los discursos, de los programas y de los actos programados contra la plaga que asola al país.

Ya se sabe que no hay más ecología, ni más feminismo, ni más progreso que la que defiende la izquierda. Ese dicho de “eres más tonto que un obrero de derechas” con el que pretenden negar la más mínima inteligencia a quien se atreve a contradecir su realidad, la trasladan ahora a cualquiera de esos campos de los que se sienten administradores exclusivos. Un homosexual, un feminista o simplemente un amante de la paz y el progreso, sólo puede pertenecer a esa izquierda que negaba el voto a las mujeres porque las manejarían los curas desde el confesionario, o que cuando ha tenido oportunidad de poner en marcha su modelo ha encarcelado a los homosexuales para reeducarlos.

Ahora, el dicho del obrero “con distintas capacidades mentales” y alienado por el sistema se ha trasladado al de la persona perteneciente al colectivo LGTBI, que aunque solo sea por ese vicio tan humano de llevar la contraria, colecciona estampitas de Ayuso y no se pierde ningún discurso a lo legionario de Abascal. Igual que llevan repartiendo carnets de demócrata de toda la vida lo hacen ahora con el de homosexual políticamente correcto.

No cuadraba que el chaval homosexual agredido en Velada resultara ser un militante de Vox. Les ha descuadrado el discurso, el relato y la compaña. Al fin y al cabo, ese sólo es un maricón de derechas.