Andrés Gómez Mora, que fuera presidente de la Caja Rural Castilla-La Mancha y recientemente nombrado hijo predilecto de la región, ha llamado la atención sobre el peligro de desaparición de la variedad de aceituna cornicabra, la segunda variedad más extendida en España y mayoritaria en toda la zona centro. Ahora, desde la presidencia de la Denominación de Origen Montes de Toledo ha reclamado la necesidad de su protección, algo que a muchas personas que no estén familiarizadas con lo que ocurre en el campo puede llamarle la atención.

La variedad cornicabra, la más tradicional en nuestro Montes de Toledo, Mora, La Jara, La sierra de San Vicente e incluso en La Mancha, es una variedad rústica que hunde sus genes en los olivos silvestres extendidos con la romanización. Su adaptación a suelos pobres, a fuertes pendientes en laderas y a los extremos térmicos e hídricos que el clima mediterráneo continentalizado impone en el centro de la Península Ibérica, ha sido la base de su éxito. En contra tiene su tendencia vecera, con  años de alternancia en la producción, que se asocian al intenso vareo necesario en la recolección por la resistencia de la aceituna al desprendimiento, su baja producción y los cambios de gustos de los consumidores que encuentran el sabor afrutado, amargo y picante del aceite, demasiado intenso. Claro, que esas cualidades son las que le abren paso en unos mercados que para los optimistas están por hacerse. Para otros, sin embargo las tendencias en los gustos convertirán a esta variedad en una reliquia que sólo será explotada como rareza.

Y es que el olivo, junto con el almendro, son los cultivos que en los últimos años han crecido más en nuestra región con plantaciones en regímenes de intensividad y superintensividad sustentadas por el regadío y en las que la variedad tradicional cornicabra brilla por su ausencia. Es muy raro que esta nuevas plantaciones que miran a la expansión del mercado a países como Estados Unidos y China partan de la variedad tradicional.

Por eso, es por lo que el otro día con ocasión, de la entrega de los premios a los mejores aceites de la D.O.P. Montes de Toledo, Andrés Gómez Mora, desde el sentido común del agricultor de toda la vida llamaba la atención sobre lo que a alguien pudiera parecerle una “boutade”.

Aunque sólo fuera por mantener la treintena de formas de nombrar a esa oliva  y a esa aceituna en nuestros diferentes pueblos merecerá la pena que la petición se lleve a cabo. Ahí van una veintena de palabras que la definen: cornal, cornita, corval, longar, cabrilla, longuera, osnal, cornezuela, común, de aceite, del terreno, del piquillo, cornatillo, cornetillo, corniche, cuernecillo, ornal… y alguna más que el lector añadirá.

Yo por lo pronto, tengo a mano una botella de aceite de oliva virgen extra Casas de Hualdo de Carpio de Tajo que me regaló mi amiga Sonia, mojo una miga de pan en él y doy gracias a los dioses de la tierra por el regalo, no sea que no haya mañana, ni para la cornicabra ni para uno.