La neurocirugía es una especialidad médica difícil, casi milagrosa se podría decir. El cerebro humano es algo muy delicado y que a día de hoy todavía no se llega a conocer. Hurgar en la cabeza de alguien, aunque sea con los ingenios técnicos de que disponen los neurocirujanos hoy sin que al final no haya secuelas, le parece a uno milagroso. Por eso quizá el neurocirujano inglés Henry Marsh ha elegido un título atribuido a Hipócrates que es todo un lema para cualquier médico y una declaración de intenciones. Ante todo no hagas daño, son las memorias, tras más de treinta años de carrera y miles de operaciones de un cirujano que explica sus éxitos y fracasos con la conciencia de que ante una operación quirurgica en el cerebro, por mucha técnica y mucha experiencia que se tenga, el riesgo de muerte o de producir daños que provoquen en el paciente una merma significativa de su calidad de vida siempre están presentes. Quizá por eso también en la narración de su vida se cuentan tantos fracasos como éxitos, incluso más fracasos que éxitos. No olvida el hombre, por encima del cirujano, unas palabras de René Leriche que abre el libro: “Todo cirujano lleva en su interior un pequeño cementerio al que acude a rezar de vez en cuando, un lugar lleno de amargura y pesar, en el que debe buscar explicación de sus fracasos.”

Pero además de contarnos delicadas operaciones y tremendos fracasos, Henry Marsh no olvida nunca al paciente. Su libro está lleno de historias de hombres y mujeres que viven en la angustia y en la esperanza; que ven al médico como un dios cuando todo sale  bien y que le pueden ver de una manera bien distinta cuando las  circuntancias, los errores de cálculo o simplemente la mala suerte se cruzan en su camino. Henry Marsh, nos cuenta su experiencia como padre de un niño que tuvo que pasar por una de esas experiencias que luego pasarían sus pacientes. Siempre vuelve la mirada hacia la silla de enfrente donde se sientan personas cargadas de angustias, dudas y esperanzas: “William (hijo)se sometió a la cirugía un miércoles por la mañana. Hilary (esposa) y yo pasamos muchas horas caminando por el centro de Londres, mientras se llevaba a cabo la intervención. Aquella experiencia fui muy útil para mi  cuando me convertí en neurocirujano, porque había experimentado el dolor que sufren las familias mientras opero.”

Es un hombre que sabe de sus limitaciones y que no duda en afirmar que “gran parte de lo que ocurre en los grandes hospitales es cuestión de suerte, y la suerte puede ser buena o mala. El médico pocas veces tiene control alguno sobre el éxito y el fracaso. Saber cuando no hay que operar es tan importante como saber operar, y la experiencia en lo primero es más difícil de adquirir.”

El libro rebosa de una sinceridad que es difícil de encontrar en el campo de la medicina: “Yo he hecho muy felices a multitud de pacientes con intervenciones que han salido bien, pero ha habido también demasiados fracasos terribles, y en la mayoría de neurocirujanos hay muchos periodos de profunda desesperanza.”

Y  como además Henry Marsh es un hombre que sabe narrar y comunicar las emociones propias, las de sus pacientes y las de los que le rodean, éste es uno de esos libros merecedor del éxito que ha tenido desde su publicación, hace ya cinco años, y que leo en su reciente edición de bolsillo.

Henry Marsh. Ante  todo no hagas daño. Traducción de Patricia Antón de Vélez. Ed. Salamandra. 352 páginas. 10,40€.