Los molinos de Criptana son viento de otro tiempo, blando quehacer de cal que sube por las paredes del Albaicín hasta doblar las aspas que regularmente se mueven quietas. Hay una conformación cósmica, telúrica, una disposición inquietante en ellos, lo mismo que una cueva de estalagmitas y estalactitas. En el fondo, Criptana va del suelo al cielo sin intermediarios…
Si acaso, los criptanenses que se acostumbraron a mover el cuello de abajo arriba para seguir la luz… Esa luz que se escapa por las comisuras del firmamento hasta dar el beso abrasador de la tarde… Sólo quien haya visto una caída del sol desde Las Musas sabrá de lo que hablo.
Criptana es un tiempo nublado, como una pintura de Valbuena, que retrató la tierra en lienzos secos y calientes. Su obra es hija del fuego, el talento y el ingenio… Puso color de otoño a un cuadro gris y lo metió en el mundo. Las abuelas negras de las musas es la obra máxima del conceptismo… Con dos brochazos oscuros se yerguen las figuras que sirven de inspiración al pueblo.
La sombra de las Musas se yergue sobre Criptana y la vigila. Es un templo de la gastronomía, pero también del vivir. Del mañaneo al tardeo y al nocheo de las catacumbas y las cuevas. Hay que experimentar mucho para ser de Criptana. Es el dominio salvaje de los tiempos, los de la naturaleza para el arado, pero también hacia la vida y su cadencia.
Criptana tiene una inercia que mueve las cosas por sí solas, como las aspas de los molinos, que fueron quienes lanzaron a Don Quijote para que viera gigantes. Por eso hay tantos criptanenses por el mundo. Llevan la teoría de los vientos sobre las sienes y alumbran un mañana mejor. Como Mellado, que siempre hizo periodismo del bueno y aún hoy asombra a viejos y jóvenes. Cogió su adarga y ahí sigue, peleando contra el caballero de los espejos en cada artículo que escribe.
La realidad es que Criptana es la cima del mundo, la Sierra de los Molinos encriptada en un tumulto de cosas que ahora adquieren sentido. En una España de fiscales, tapados y tramposos, venir a Criptana es darle la vuelta al universo y ponerlo bocabajo, sentir el primer placer del viento en la inmensidad de la atalaya, creerse conquistador del orbe sobre el vientre de la llanura.
Sara fue de aquí y adquirió todo el talento que había para soltarlo fuera. Como ave precursora de primavera, fue golondrina de otoño encendida… No hubo otra más guapa e inteligente y que llegara tan lejos. Santiago Lucas Torres me cuenta muchas cosas de ella. Criptana ha tenido suerte con sus alcaldes. Antonio también lo fue y hoy Santi Lázaro es un lince de imprevisibles consecuencias. Talento político puro que seduciría fieramente a la propia Sara.
Me gusta Criptana sin yo saberlo. En realidad, desde niño, desde pequeño. Mi primera entrevista de estudiante fue a ella y vuelvo siempre a su pueblo. Como cuando di el pregón con Carmen Teresa y Mariano.
Es una flor Criptana bellísima, de blanca luna y añil completo. Para deshacer sus pétalos entre las manos del trasiego y el ocaso. Luego suena la música por cualquier sitio, pues Euterpe la protegió con sus caricias. Conviven las dos almas, carnavalera y cofrade, del Burleta a la Pasión. Hay algo fascinante, lírico y primitivo en Criptana y está auspiciado por el viento. Hay que subir hasta aquí para ver la tierra toda y divisar sus límites. Dios vino acá, contempló la Creación y descansó.