Esta semana se nos ha ido una leyenda, Robert Redford. No era el guapo de las películas, era un actor comprometido y brillante. Lo de "guapo" era solo un añadido. Sirva la muerte de Redford para que les cuente la historia del Cine Calderón en Talavera de la Reina. El edificio de este cine, que sigue en pie, fue parte de un antiguo convento franciscano del que se conserva prácticamente todo el recinto, posteriormente y tras muchos avatares fue teatro y luego cine. Allí, en el Calderón, se exhibieron las primeras películas del cine mudo y luego del sonoro. Con los años vino aquello de los multicines y, finalmente, vino aquello de vaciar las ciudades de cines y llevarlos a los centros comerciales, ya saben.
No es un edificio destruido, es un cine vacío, con historia, en una ciudad que, desgraciadamente, durante muchos años, se ha caracterizado por un pésimo urbanismo y un nulo conservacionismo. ¿Saben quién es el propietario del Cine Calderón? Enrique Cerezo; sí, el del Atleti y el mayor propietario de derechos del cine español. ¿Saben lo que quiere hacer con este edificio desde hace años? Derribarlo. ¡Viva el amor al séptimo arte! Un derribo que ya contó con el beneplácito de la anterior corporación municipal de Talavera mediante un PERIM -Plan de Reforma Interior y Mejora-.
Atentos al despropósito: la idea era destruir y hacer un parque arqueológico de las ruinas de este lugar para protegerlo. O sea, derribarlo para protegerlo. Ese PERIM no se ha ejecutado todavía, pero podría hacerse efectivo en cualquier momento el derribo del edificio y la desaparición total del antiguo cine. Por eso, un grupo de amantes del cine, amigos del Patrimonio, defensores de un urbanismo responsable en Talavera, se han organizado: han solicitado al Gobierno regional la declaración del espacio del cine como Bien de Interés Cultural, han organizado una recogida de firmas en Change.org y han conseguido que este espacio, el Cine Calderón, y el alfar de la Purísima de Talavera, entren en la lista roja de Hispania Nostra.
Tienen claro, y yo también, que la mejor forma de proteger el patrimonio es conservarlo, darle un uso y darle su espacio como lugar ciudadano, de cultura, de arte. El Cine Calderón no está muerto, solo está vacío. ¿Por qué tirarlo? ¿Por qué no plantear allí un museo del cine, un espacio de encuentro para los cinéfilos, una recuperación de nuestra historia reciente? Para nosotros, para nuestros hijos, para nuestros nietos...
Quién sabe si de una segunda vida del Cine Calderón pueda salir otro Redford, otro Almodóvar, otra estrella que, desde luego, no saldrá nunca de un derribo. Me llamo Ángeles y estos son mis demonios.