De entre las maneras de manifestar el combate contra el cambio climático, Chana ha elegido la de licitar a cargo del contribuyente un vehículo de alta gama por 90.000 euros con etiqueta “cero emisiones”. Esta adquisición se podría encuadrar en el cajón de “transición energética con pólvora del rey”, muy del gusto de algunos políticos regionales con pin de colores, rutina poco ejemplar y decisiones públicas contradictorias.

Desde su berlina eléctrica de gama alta, Chana podrá sensibilizar al personal en cualquier rincón de la provincia y pontificar sobre la conveniencia del cambio de hábitos. Al fin y al cabo su hipocresía ya ha quedado demostrada de forma notable dando cobijo en su pueblo, Almonacid del Marquesado, al mayor macrovertedero privado de Europa, que no recicla ni un 1% de los residuos que recibe, mientras trufa su discurso de economía circular y gestión de residuos.

Resulta complicado entender la sensibilización contra el cambio climático exigiendo en las características técnicas del vehículo que tenga un mínimo de 300 caballos, una velocidad máxima de 250 km/h, tracción total, cambio automático o, entre un listado infinito, “suspensión neumática auto adaptable trasera”, que a saber lo que significa. Chirría que haya que ir tan deprisa para llegar al futuro verde. Es cierto que no se puede llegar en bicicleta a todos los rincones de una provincia tan extensa como Cuenca, pero de ahí a necesitar 300 caballos hay un amplio rango de sentido común intermedio.

Pero, sobre todo, lo que llama la atención es que la licitación sea tan explícita en algunas exigencias técnicas: ¿por qué se exige un mínimo de 8 velocidades si ya se está especificando potencia y velocidad? ¿por qué el panel digital debe tener un mínimo de 12 pulgadas y no, por ejemplo, 8 ó 10? Se antoja paradigmático que la revolución climática exija tal encorsetamiento de requisitos técnicos, a no ser que seamos malpensados y sospechemos que esta imposición vaya dirigida a un vehículo específico. A poco que se indague en páginas web de coches se puede identificar el vehículo concreto que Chana considera que cumple sus expectativas.

Que no nos extrañe que surjan voces escépticas contra una realidad incuestionable si solo trasciende al ciudadano la mercantilización de las emisiones. Si nos quieren convencer de que hay que cambiar hábitos de consumo eléctrico, ¿no será mejor premiar a los concienciados que encienden la lavadora por la noche que castigar al bar que tiene que encender la cafetera por la mañana para servir a sus clientes y sobrevivir? La transición ecológica se va ganando enemigos inevitables entre los colectivos más vulnerables que no entienden que los quieran culpabilizar por su vida de vetusto coche diésel ante la incapacidad para adquirir un caro vehículo eléctrico ¡y para pagar su repostaje en el lujoso enchufe!

Cayetano J. Solana

Artículo publicado originalmente en La Opinión de Cuenca