Artículo publicado originalmente en THE CONVERSATION

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Ahora que se acerca el comienzo del curso escolar, es el momento de que los padres decidamos qué actividades extraescolares realizarán nuestros hijos. ¿Continuarán con las clases de natación? ¿O mejor les apuntamos a refuerzo de matemáticas?

Es normal que, en estas circunstancias, dudemos si no estaremos saturando a los pequeños con excesivas clases extracurriculares. Incluso podríamos cuestionar si pasar tantas horas fuera de casa les roba tiempo de estudio.

A simple vista puede parecer que la opción más sencilla si no queremos que afecte a su rendimiento escolar es que continúen con actividades de carácter más teórico. Recibir clases de matemáticas o inglés, pensamos, les beneficiará en sus notas escolares. Por el contrario, las que tienen un carácter menos académico son prescindibles, ¿a que sí?

Descartar las actividades deportivas es contraproducente

Esta forma de pensar es la tónica habitual en nuestra sociedad. De hecho, un estudio realizado en España con más de 10 000 niños con edades comprendidas entre 8 y 16 años sacó a relucir un llamativo descenso de la práctica deportiva en las niñas, con una bajada de casi el 25% entre los 11 y los 16 años.

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La cuestión es si estaremos haciendo lo correcto descartando las actividades deportivas. No es una decisión baladí, porque repercutirá en cómo serán nuestros hijos en el futuro. Entre otras cosas porque tendrán mayor tendencia al sobrepeso o la obesidad.

Deporte o inglés en la balanza

Entonces, ¿qué es más importante? ¿Evitar una posible obesidad en mi hija o asegurarle un brillante porvenir tras haber recibido clases particulares de inglés, informática o física? Al fin y al cabo, podemos pensar, en los centros educativos ya reciben clases de Educación Física obligatoria. ¿No es suficiente acaso?

Desafortunadamente, el último informe realizado en población infantil y juvenil española mostró que los niños y niñas no cumplen ni de lejos las recomendaciones de ejercicio físico realizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es más, en la mayoría de los centros educativos ni siquiera se imparte toda la carga lectiva de Educación Física permitida.

Visto este déficit, podemos retomar con más argumentos el problema del inicio: ¿le quitamos tiempo de estudio si, abogando por su salud, le apuntamos a algún deporte?

La cuestión es tan seria que ya se la han planteado diversos investigadores. Los últimos resultados revelan que, lejos de producir un fracaso académico, la participación en actividades extraescolares deportivas podría contribuir al éxito académico.

Entonces, caso resuelto. Les apunto a deporte porque no solo mejoran su salud, sino que también van a triunfar académicamente.

Ojalá fuese así de sencillo. Sin embargo, conviene tener cuidado con “sobreprogramar” en exceso a nuestros hijos. Las actividades deportivas que comienzan en la infancia podrían ir tornando en un modo cada vez más competitivo en la adolescencia, obligando a dedicar un excesivo número de horas al deporte.

¿Cuántas horas de extraescolares a la semana?

No está muy claro qué sucede a nivel académico cuando un niño o adolescente dedica un número alto de horas a actividades extracurriculares. Pero parece indiscutible que la cantidad cuenta. Sin ir más lejos, en estudiantes estadounidenses se ha visto que estar apuntado a 5 o más actividades y dedicarles 14 horas o más a la semana podría no ser beneficioso para sus estudios.

No obstante, son tan escasos los alumnos que dedican tanto tiempo a las extraescolares que no es posible extraer conclusiones certeras. La mayor parte están apuntados a 2 o 3 actividades (deportivas y no deportivas) en las que emplean una media de 5 horas semanales. Y esos tiempos sí suponen un beneficio para su rendimiento escolar, sobre todo si implican actividad física.

En España, el estudio que analizó las actividades de niños y adolescentes detectó asociaciones positivas entre la práctica de actividad física extraescolar y el éxito académico. Aquellos que practicaban algún deporte tenían un nivel académico más alto que el resto de sus compañeros de clase. Con un ventaja añadida: los alumnos que practican deporte pasan menos horas de tiempo de pantalla (menos sedentarismo) y se sienten más saludables.

Dilema resuelto entonces. Apuntaré a mi hija a mi deporte favorito el próximo año. Así conseguiré que saque buenas notas, que pase menos horas delante del móvil y además estaré velando por su salud. A ella no le gusta nada ese deporte, ya se enfadaba cuando la apunté con 4 años, pero la convenceré diciéndole que es por su bien.

Ojo, porque este es otro de los factores a solventar. La actividad debería ser atractiva para el niño, o la niña, no un deseo incumplido por el padre en su infancia. Quizá, imponer la realización obligatoria de un deporte no sería lo más adecuado. La obligatoriedad podría generar un rechazo persistente a la práctica deportiva.

En lugar de imponer, lo que conviene hacer es servir de ejemplo, movernos, tener una vida activa y saludable, incluso practicar algún deporte con ellos. Dejar que decidan entre distintas posibilidades les permitirá también sentir cierta autonomía y podría ser una motivación más.

 Profesora Contratada Doctor. Especialidad Salud Pública., Universidad de Castilla-La Mancha