Los curas han soltado a Barrabás a las primeras de cambio, no han dado tiempo ni a que el pueblo lo pidiera. Solo ha bastado que Poncio Pilato alzara el brazo desde la Moncloa, para que los obispos hayan asentido sin rechistar. Los catalanes han extendido el procés a las sacristías y así no hay quien marque la equis de la Iglesia en la renta. Este año será la de San Pedro, bocabajo y castigados contra la pared. Los obispos no son dignos de su feligresía.

Sé que ha habido voces discordantes como las de monseñor Cerro, el arzobispo de Oviedo, el cardenal Cañizares, Don Demetrio, Munilla y algunos más. A todos les une Toledo de una forma u otra, la primada frente a la Tarraconensis, que si quiere el título, lo tendrá que ser de España. Los curas en nuestro país no tienen remedio, ya lo dijo Baroja. Medio país delante de ellos en procesión, el otro medio tras ellos a garrotazos. Pero lo hecho ahora por los obispos es muy grave, mucho más de lo que ellos piensan. Ya nos tragamos a Setién y los curas de ETA y ahora llega el cilicio con barretina. Angelitos.

Menos mal que la unidad de España era un bien moral. El cardenal Omella ha tornado en califa Omeya. Con tal prelado, el milagro es el que existan todavía fieles. Dicen que es la voz del Papa en España. Ya avisamos cuando Bergoglio que era un buen pontífice, aunque algo comunista. Y así pasa luego. Que de Perón en Perón hasta Puigdemont. Junqueras se confiesa con el abad de Montserrat y es el único que parece sincero. El resto, ni un ápice de arrepentimiento. Así no hay quien haga examen de conciencia. Lo hecho por los obispos esta semana viene en la peor tradición democristiana, cuando al Papa le llevaban calditos, según Coppola. Qué derecha tiene este país que los empresarios se jiñan y los obispos se venden. Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda. Y a Dios lo que es de Dios y al César, lo que es del César. Monseñores, nosotros también leemos el Evangelio.

Colocaré la equis en la casilla de la Iglesia por responsabilidad y porque sé el inmenso trabajo que realizan miles de seglares y sacerdotes en su parroquias. Conozco los programas de Cáritas con drogatas y excluidos, los que nadie quiere. Los obispos no la merecen. Arderán en el fuego del infierno como no se confiesen. Menos mal que el Papa lo quitó, pero siempre queda el purgatorio. Luego, cuando llegue la quema de conventos, pedirán auxilio, cruzada y sacarán el palio. No se dan cuenta que el nacionalismo es lo peor que puede anidar en el corazón del hombre, que desgaja familias, las hiende y parte por la mitad, a cuentas de un discurso insólito, basado en el racismo y supremacismo. Qué tiene que ver la caridad cristiana con eso, monseñores. Una respuesta de las suyas, señor Argüello, por favor.

Los obispos se han vuelto turiferarios y carlistones, qué maravilla. Era lo que le faltaba a la católica España. Si España es lo que es, en parte se lo debe a su fe. Y en la otra parte, a la bandera liberal y de progreso que cierta izquierda no entiende. Si Tartessos ya estuvo hace tres mil años, si los romanos llamaron Hispania a la tierra de conejos, si los visigodos la hicieron reino y si los Reyes Católicos pudieron coronar la Reconquista y hacer la primera gran nación moderna de Europa, fue porque había un proyecto político en la cabeza de tantas generaciones acostumbradas a vivir juntas, que nunca pensaron en la división sino en la unión, muchos de ellos empujados por su fe. Los reinos se fueron agrupando y las taifas disolviendo. Costó ocho siglos, monseñores. España no se fue de cruzada a Jerusalén porque la tenía aquí, sobre el terreno. Ocho siglos o la eternidad nada comparables a la mundanidad de un indulto. Espero propósito de enmienda. Arrepentidos los quiere Dios.