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El 29 de septiembre de 1992, en las calles de Huete, un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca, nació un artista singular que ahora con 32 años se gana la vida con un oficio tan antiguo como poco comprendido: titiritero.

Se trata de Mario Ezno, todo un actor, cómico y artista callejero, quien junto a Manolo, su marioneta construida por él mismo, ha recorrido más de 57 países y cuentan con más de cinco millones de seguidores en redes sociales.

Licenciado en Arte Dramático por la RESAD (2015) y formado también en la Central de Cine (2018), Mario dejó atrás el teatro convencional para lanzarse a las calles. "Cuando era estudiante solía tocar la guitarra en la calle para sacarme un dinero. Mis padres me daban lo justo para pasar la semana. No tenía ni para tomarme una caña", recuerda a EL ESPAÑOL - EL DIGITAL CLM.

Mario Enzo y su marioneta Manolo en uno de sus viajes por el mundo.

Su desencanto con el gremio —"me pareció un mundo lleno de egos"—, le empujó hasta Australia para reencontrarse consigo mismo. Allí tocaba en la calle, trabajaba como carpintero y cocinero hasta que un accidente le hizo replantearse su vida artística."Me atropelló un taxista, yo iba en bici".

Desde entonces, la calle es su hábitat natural. Sin embargo, la situación de los artistas callejeros en España y en Castilla-La Mancha es compleja porque en la mayoría de ciudades está prohibido o mal visto. "Ya no es que se entienda o se respete, es que es ilegal. Tú te vas a Albacete, a Ciudad Real, a Cuenca… y te multan. El único sitio que tiene permiso es Toledo, pero son de risa".

Problemas legales

Mario compara la realidad del sector nacional con respecto a otros países de Europa. "En España me multan, en Alemania la policía me echaba dinero". En la nación germana el arte callejero está regulado "tienes 45 minutos por sitio en cada ciudad, de esta hora hasta esta hora", asegura.

“Sales de España y la gente te escucha, te respetan. Aquí si estás pidiendo en la calle te dejan, pero si estás trabajando te echa fuera. Es una incongruencia", lamenta.

Dinero y atraco

El titiritero conquense asegura haber pagado hasta 12.000 euros en sanciones solo en multas. "Hubo un momento que no tenía dinero, tuve que empezar otros trabajos como albañil, enterrador porque en esa época gran parte de mi sueldo se lo cobraba Hacienda".

En uno de sus viajes a México, Mario vivió una de sus anécdotas más impresionantes. "Me vinieron a atracar tres chavales. Cuando ya descubrieron que era titiritero, les hice un pequeño espectáculo y me devolvieron todo. Al día siguiente vinieron a verme actuar y me dijeron: la gorra la vamos a pasar nosotros por ti y ese día me saqué más dinero que si hubiera estado una semana trabajando".

Mario Enzo junto a su marioneta Manolo y la placa de un millón suscriptores de su canal de YouTube.

Manolo, su fiel compañero

Manolo se ha convertido en mucho más que un simple muñeco. "Tiene la personalidad de un tipo pícaro, muy irónico, que conecta con la gente porque habla desde la calle, con humor y mucha espontaneidad". Este alter ego ha sido clave para que su mensaje llegue a millones de personas en redes sociales a través de vídeos con un estilo fresco y directo.

El títere es la voz satírica que permite a Mario decir bromas que él como persona no podría. "Cuando Manolo discute con alguien, siempre termina ganando. Es un personaje que puede decir cosas que yo solo no me atrevería a decir sin meterme en problemas", explica.

El humor y la censura

Sobre los límites del humor y la censura el artista conquense lo tiene claro: "Está bien que existan límites, pero no en el texto sino en la intención y la forma. Por ejemplo, la palabra 'maricón' puede ser usada en tono de comedia o para hacer daño".

A pesar de esa línea difusa que puede suponer una gran dificultad para los humoristas, la mayoría del público lo entiende. "Nunca he recibido un mal comentario o censura en mis shows".

Su amor hacia Cuenca y CLM

Mario habla desde la nostalgia y el cariño de su tierra - Huete, Cuenca y Castilla-La Mancha -. "Es un sitio donde la cultura popular todavía tiene fuerza, pero no se le da el valor que merece. Eso me duele mucho, porque es parte de nuestra identidad y se está perdiendo", confiesa.

Respecto al futuro de su profesión en la región castellanomanchega, su visión es pesimista pero realista: "No creo que cambie porque primero hay que cambiar la cultura y las prioridades. En Cuenca se han quitado servicios básicos como el tren y la gente no lucha... Ojalá algún día el arte callejero tenga el respeto que merece".

A pesar de todas las dificultades, Mario Ezno quiere dedicarse al arte toda la vida, seguir creciendo y mantener viva esa llama de la improvisación. "Quizá a los 50 o 60 años tenga que cambiar de rumbo, pero mi intención es seguir haciendo eventos y espectáculos que lleguen a la gente".