Silvia Sesé

Editora de Anagrama

Mucha vulnerabilidad y pocas certezas

La cultura no está en cuarentena. El coronavirus ha cerrado cines, teatros, museos, salas de exposiciones, conciertos, bibliotecas, librerías; ha puesto en pausa las giras musicales, los espectáculos de danza, los festivales, las presentaciones de libros y ruedas de prensa. Pero como inmediata reacción, el mundo cultural ha decidido burlar la distancia social impuesta para combatirlo compartiendo con los ciudadanos confinados en sus casas, a través de la web y con alcance global,un alud de propuestas muy diversas. En esta nueva realidad de soledad y aislamiento, el silencio de las calles contrasta con unas redes que bullen con muestras de generosidad y solidaridad. A pesar del ruido y de la saturación, todas estas iniciativas son también formas de activismo cultural.

Anagrama ha participado de esta acción que han llevado a cabo tanto editoriales independientes como grandes corporaciones, en distinta medida, compartiendo con los lectores títulos de fondo del catálogo. Esta acción da un cauce a la generosidad de los autores, trasciende cualquier promoción puntual y pretende lo que en esencia constituye la obligación del editor, el sentido mismo del oficio: intentar que no se debiliten los vínculos que ya existen entre el autor y sus lectores, tratar de amplificar el alcance de su obra, de fidelizar al lector, de persuadirlo. Y también buscar y entender quiénes pueden ser los nuevos lectores en estos momentos de hiperconexión.

"Esta acción trasciende cualquier promoción puntual y pretende lo que en esencia constituye la obligación del editor: intentar que no se debiliten los vínculos entre el autor y sus lectores"

Esa búsqueda de nuevos lectores cobra aún más sentido si tenemos en cuenta las redes sociales (con una apabullante capacidad para absorber nuestro tiempo), así como los canales de televisión y los servicios de streaming, con una oferta inagotable de series y contenidos de calidad que compiten con el libro no sólo en su faceta de entretenimiento sino también en la de formación y conocimiento. Es un tiempo de gran vulnerabilidad y de pocas certezas, pero puede ser importante tomar riesgos que eviten en la medida de nuestras posibilidades que las grandes plataformas aparezcan como la única opción o la más atractiva que tienen los lectores.

La vertiginosa actividad de esta primera semana de confinamiento nos ha enseñado lo importante que es trabajar juntos, en un mismo esfuerzo, y lo esencial que es que las iniciativas que tratan de preservar nuestro sector no se vean enfrentadas. Las muchísimas propuestas de autores y editoriales, libreros y prensa cultural expresan una extraordinaria tenacidad por reafirmar un tejido que está sufriendo una tensión brutal. Será difícil conseguirlo sin la confianza de que esa es precisamente la voluntad que nos anima.

Hoy entendemos, y queremos pensar que también lo han creído así los que han saludado esta acción, que la rentabilidad está en un plano más que secundario cuando se trata de recordar a un público con tantas posibilidades excelentes de elección que somos una buenísima opción, que tanto autores, editores, distribuidores y libreros seguimos ahí, defendiendo el carácter único y privilegiado del libro para ofrecer reflexión y catarsis, consuelo y compañía.

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Lola Larumbe

Dueña de la librería Alberti

Nos están esperando

En poco más de dos semanas desde que se decretó el estado de alarma por coronavirus, hemos pasado de un confinamiento en nuestros domicilios, casi ocioso y lúdico, por prevención ante un enemigo lejano, a la situación actual que puede recordarnos el escenario visto en algún filme bélico de terror: las calles vacías, el silencio imponente de la ciudad, las urgencias de los hospitales desbordados, médicos y sanitarios desfallecidos y enfermos, escasez de materiales quirúrgicos básicos, hoteles reconvertidos en hospitales o la muerte y la soledad en los geriátricos. Las pequeñas preocupaciones cotidianas de hace solo quince días se han esfumado ante la rapidez y la voracidad con la que avanza este virus, de momento imparable, dispuesto a dejar tras de sí un rastro de muerte y pobreza sobre el planeta.

"No estaría mal que, en lugar de salir corriendo despavoridos hacia el pozo digital, editores, autores y libreros pusiéramos juntos las premisas para una nueva reencarnación"

Sorprende ver, en condiciones vitales tan adversas, sobre todo para los que se encuentran en primera línea de defensa, y ante la difícil asimilación a las nuevas circunstancias de aislamiento que gran parte de la población ha tenido que asumir (autónomos paralizados, pérdida de empleos,comercios cerrados, personas dependientes, etc…), la rapidez con la que algunos editores se han lanzado a promocionar la descarga de títulos de su catálogo en ebook y rellenar, aún más, los dispositivos móviles, de aquellos que los tengan y puedan pagar la conexión wifi. Parece una reacción un poco precipitada, algo hay que hacer, ofrezco lo que tengo, y lo ofrezco gratis, aunque esto vaya en contra de una de las piedras de toque imperantes de casi todo el sector editorial durante los últimos años: la lucha contra la piratería delos libros. Es como si después de tantas lamentaciones por el daño que la idea de la gratuidad de la cultura provocaba en toda la cadena del libro, fueran los propios editores quienes estuvieran marcando un nuevo camino de tolerancia según las circunstancias. Cosas de editores.

Mientras, los libreros hemos tenido que dejar cerradas las librerías de la noche a la mañana: pedidos y facturaciones pendientes; nóminas, cotizaciones, autónomos, alquileres e impuestos a los que habrá que hacer frente. Tenemos miles de libros preparados para Sant Jordi; novedades y devoluciones sin abrir; el 23 de abril, la Feria del Libro de Madrid y todas las ferias aplazadas hasta no se sabe cuándo. Todo congelado, paralizado; los libreros a sus casas, como todos, con la misma incertidumbre de los que dependen de poder abrir la puerta de su negocio cada día y de que alguien entre y compre un libro.

Parece que este tiempo raro va a ser largo. Muchas librerías se quedaron en la cuneta después de la crisis del 2008. Las que resistimos, como muchos editores, fue a golpe de vocación, oficio, trabajo, creatividad y resiliencia. Algo habremos aprendido de aquello, no estaría mal que, en lugar de salir corriendo despavoridos hacia el pozo digital, pusiéramos juntos las premisas para una nueva reencarnación, editores, autores, distribuidores y libreros.

Hay muchos lectores que están esperando a que volvamos a abrir las librerías, deseando volver a encontrarse con sus libreros y libreras. No les defraudemos, son muchos y buenos.