Si algo distingue al festival Marpoética es la polarización de su programa. Los poetas jóvenes y los adultos se reparten el pastel poético de cada jornada en Marbella. Si en los años anteriores el de los jóvenes pretendía ser el aperitivo para el gran acto de los escritores consagrados, en esta edición la cuota de protagonismo parece más equiparada. No sólo por la modificación en el orden —esta vez primero los mayores para que los menores de 30 años pongan el colofón—, sino porque la calidad de los jóvenes se impone sobre cualquier prejuicio que vincule la edad con el prestigio.

Vigilados desde lo alto por una ballena que colgaba del techo, el periodista y poeta Antonio Lucas, director del festival organizado por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Marbella, inauguraba la cuarta edición de Marpoética junto al narrador y poeta Manuel Rivas el pasado sábado 24 de julio en el teatro de la ciudad. El autor de El Lápiz del carpintero, cuyo interlocutor definió como un “contrabandista de géneros”, reivindicó la naturaleza del festival, a pesar de ser más reconocido por su condición de novelista. “La poesía te compromete”, aseguró poco antes de dramatizar una lectura intensa muy aplaudida por el público.

El acto de inauguración lo completaría la cantaora Carmen Linares, que invocó los versos de Juan Ramón Jiménez, Lorca, Alberti, Miguel Hernández y Francisca Aguirre e hizo buena esa relación histórica entre el flamenco y la poesía. Por su parte, Luis Muñoz, Hasier Larretxea y Raúl Alonso inauguraron el ciclo de conversaciones el domingo en la biblioteca Fernando Alcalá con un motivo literario que desataría numerosas reflexiones: “Decir el margen”. Entre otras, el poeta Luis Muñoz se mostró partidario de callar antes de ponerse a escribir cualquier cosa de la que no se estuviera seguro que valiese la pena.

Ada Salas y Juan Bonilla inauguraron la semana con otra diatriba poética, esta vez incluso más escabrosa, precisamente por lo difuminada que se presentaba la cuestión. No era otra que “La poesía: verdad o ficción”. El periodista Pablo Bujalance se mostró habilidoso para encarar el diálogo, que en realidad fluía portentoso entre la inteligencia y el sentido del humor. La poesía que le interesa a Ada Salas “es la que encuentra verdad”, si bien es consciente de que “a la verdad se puede llegar a través de la ficción”. Bonilla apoyaba este juicio —“Verdad o ficción no se niegan entre sí”— y añadía que “el hecho de escribir es construir una realidad”.

“¿Pero dónde está el lector en la creación del texto?”, planteó con buen tino el moderador. Mientras que la poeta procura “no tener presente al lector” cuando escribe porque “sería paralizante”, el autor de Totalidad sexual del cosmos considera que aquello sería lo ideal, y sin embargo “es imposible”. Lo que sí se puede hacer es “escribir obras maestras sin poseer vivencias”, asegura Bonilla, aunque está reservado para unos pocos “dotados con un talento especial”. Sería esta una forma, según el poeta, de engañar al lector, atendiendo a la cuestión que planteaba Bujalance.

Por su parte, la autora de El descendimiento, que narró una anécdota donde ella era la víctima de semejante fraude, reconoce que no puede fingir a la hora de escribir poesía. El diálogo terminó con la lectura de poemas de ambos autores. Ada Salas envolvió a los asistentes en la mística de sus versos, que habitan el instante engrandecido por un lenguaje evocador; y Juan Bonilla, con una propuesta bien distinta, se afanaba en la enumeración de imágenes tan figurativas como potentes para terminar con “El combate del siglo”, un poema muy ovacionado donde se baten en duelo la alegría y la tristeza.

La poesía joven se abre paso

María Elena Higueruelo y Juan Gallego Benot

El ciclo “Palabra en el mar”, coordinado por el poeta Javier Vicedo, es el que convoca las lecturas de los poetas menores de 30 años y, tras la sesión de Juan Bonilla y Ada Salas, lo inauguraron María Elena Higueruelo y Juan Gallego Benot. Presumiblemente consensuado, el recital resultó ser muy homogéneo, a pesar de presentar registros bien distintos. En la voz de la poeta retumbaban sintagmas poderosos (“la espada temblorosa”), sustantivos como sangre, verbos como escupir, adjetivos como áspero; mientras que el sevillano destilaba delicadeza en versos bellísimos como los de “el mirlo que se inclina / conoce la virtud y la recibe”.

Amante de las formas clásicas, Gallego Benot se sirve de los símbolos, las citas o la tradición para este libro, Oración en el huerto, por el que se desprende una apabullante fluidez en el ritmo y una inmensa capacidad para la métrica, como lo demuestra el verso, esdrújula incluida, que reza: “Tu líquido alimento me conmueve”. La religiosidad, protagonista de este poemario, también es una constante en la poesía de Higueruelo, que se aproxima con acierto a la extrañeza, la incertidumbre, la distancia… “Ser poeta es sacrificar a los versos”, recitaba quien antes reconocía que “No hubo a quien culpar de nada” pero se preguntaba “de dónde entonces la tristeza”. Emocionó como pocos su poema que regresa a la infancia “Patio de recreo para niños mayores”.

La jornada del martes contaría con la presencia de la poeta local Ana Eugenia Venegas. Sus poemas confesionales cargados de sentido del humor fueron la antesala de uno de los platos fuertes de esta edición del festival Marpoética. El diálogo con motivo de los clásicos a cargo de Aurora Luque y Juan Antonio González-Iglesias fue moderado de forma magistral por el poeta Juan de Beatriz, que nos tendría reservado su momento más alto en la lectura que discurriría a continuación.

Juan Antonio González Iglesias, Juan de Beatriz y Aurora Luque

“Los mitos no se gastan”, aseguraba Aurora Luque, que se inspiró en muchos de estos para su último poemario, Gavieras (Visor), merecedor del Premio Loewe. Tan imbricados están los clásicos en la obra de estos dos poetas que han influido en su estilo, partidario de la sencillez y alejado de retoricismos. “Renunciar a decir mucho para decir poco”, apostilló el poeta. Por otro lado, su condición inagotable y atemporal “nos aporta oxígeno para descansar de las culpas contemporáneas”, según las palabras de González Iglesias. “Me enseñaron a escribir sobre mi presente”, apuntaba Luque en mitad de una conversación que irradiaba sabiduría y estuvo marcada por la elocuencia de los interlocutores, además de los homenajes por parte de ambos a los poetas recientemente fallecidos Francisco Brines y José Manuel Caballero Bonald.

El acto con el que concluiría la jornada estuvo protagonizado por María Martínez Bautista y Juan de Beatriz. Los poemas de ella anunciaban reminiscencias de la infancia y la adolescencia, época determinante en su aproximación a la poesía. “La siesta de los padres” y “Los ancianos durmiendo” son poemas muy reveladores de una conciencia poética intransferible. Por su parte, el murciano hizo gala de sus grandes dotes cara al público con una bellísima introducción donde enumeraba distintas definiciones acerca de lo que él entiende por poesía: “misterio cotidiano” o “herida del pensamiento por donde se derraman la fantasía y el sueño”.

A través de su lectura, dramatizada pero no ostentosa, se filtraron versos tan luminosos como estos: “Vivir es irse hundiendo en lo invisible / amar es cuanto existe porque desaparece”. Los poemas “Radiografía” o el inédito “Autorretrato”, de Martínez Bautista, complementaban una sesión de alto voltaje poético que no hizo sino confirmar que la poesía no tiene edad. En Marpoética, cuya consolidación en solo cuatro ediciones es manifiesta, lo saben. Por ello cada año la nómina de autores es más potente y la distancia entre jóvenes y adultos simplemente no existe. Jordi Doce, Olvido García Valdés, Bernardo Atxaga, Jorge Villalobos, Javier Vela y Mario Obrero, entre otros, aguardan su momento en esta muestra de mar y de poesía inagotable.

@JaimeCedilloMar