Daniel Clowes (Chicago, 1961) está entre las cuatro o cinco firmas más importantes del cómic de autor norteamericano. Con una docena de premios Harvey y Eisner y reverenciado por obras como Ghost World (adaptada al cine en 2001 con unas adolescentes Thora Birch y Scarlett Johansson como protagonistas), Wilson o Paciencia, recuerda la escasa reputación que el cómic tenía hace 40 años. “En los ochenta no tenía ninguna en absoluto. Cuando conocía a alguien que no fuera un bicho raro, un coleccionista de discos o un fanático de la cultura weird, jamás mencionaba que yo hacía cómics”, explica el guionista y dibujante a El Cultural. 

“Creía que si alguna vez se enteraban, pensarían que algo andaría mal en mí, como si fuera idiota, ¿sabes? Los cómics simplemente se despreciaban. Pero tenía algunos amigos y en el fondo todos sabíamos que estos cómics tenían un gran valor y que teníamos este espacio para nosotros solos, lo cual era algo hermoso. No había nadie más intentando hacer el tipo de cómics que hacíamos nosotros. Y nos sentíamos como pioneros que cruzan las Américas para encontrar ese territorio abierto que era todo nuestro”, recuerda Clowes.

Hace pocos días, él y su gran amigo Chris Ware, otro de los nombres principales del cómic de autor, hablaban del impacto que le había causado al autor de Jimmy Corrigan y Rusty Brown la gran acogida que tuvo por parte del público hace un par de semanas en España, donde habló de su obra en el Museo Reina Sofía y en el Centro de Cultura Contemporánea La Madraza, en Granada. Ware, ya lo dijo durante una de sus charlas en el museo madrileño, sentía que en Europa los cómics se abordaban de una manera más seria que en Estados Unidos, y Clowes está de acuerdo con él. “Yo tengo una gran cantidad de lectores y fanáticos en los Estados Unidos, a los que adoro. Pero no es lo mismo que en Europa, donde el cómic tiene mucha más aceptación. Decía Ware que la multitud estaba compuesta por arquitectos, médicos, personas de unos 50 años, y aquí todavía es un mundo de gente joven un poco outsider. Siempre estoy interesado en ir a Europa porque realmente se siente como un espacio muy diferente para los cómics”, opina el autor, que este verano estará en el prestigioso festival de Angulema, en Francia, y probablemente visitará también España.

Clowes acaba de publicar Mónica (editorial Fulgencio Pimentel), su último libro, que le ha llevado siete años de trabajo. Se trata de un extraño puzle de relatos de distintos géneros, del costumbrismo al terror sobrenatural, que cuentan la vida del personaje que da título al cómic. 

“Ha sido un proceso muy complicado. Empezó con algunas ideas muy generales para un montón de historias diferentes. Estaba interesado en hacer historias de todos los géneros diferentes que se fusionaran en una gran historia. Y originalmente ni siquiera estaba seguro de que todo fuera a ser sobre el mismo personaje. Pero una vez que hice la primera y vi a Mónica cuando era un bebé, sentí que entendía toda la trayectoria de su vida. Y luego, de repente, ella se hizo cargo del libro y habitó cada historia. Así fue como surgió todo”, explica el historietista.

“He querido hacer un libro muy personal, sin tratar de dirigirme a una audiencia. Simplemente he hecho lo que quería ver, y me encanta”, confiesa Clowes acerca de un libro realmente extraño, que él mismo define como “impredecible” y del que cada lector podrá extraer diferentes significados. “Ese sería el mejor resultado. Y por ahora, la respuesta que estoy teniendo es que se parece mucho a un test de Rorschach. Algunos dicen que el libro es devastador, otros que es deprimente y abrumador, y otras personas dicen que en realidad es inspirador y que les ha hecho sentir que su vida es importante. Y tengo parejas de amigos con opiniones completamente diferentes entre sí y que discutieron durante toda la noche acerca del libro. Para mí, esa es la respuesta perfecta”.

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El libro, lleno de elipsis (la más grande son los 15 años que la protagonista estuvo en coma tras un accidente), comienza relatando la infancia de Mónica y la historia de Penny, su madre, una joven sin rumbo en la América del flower power, la contracultura y la revolución sexual. De pronto, brota un relato de terror, Infernal resplandor, sobre un pueblo sometido por una extraña raza de criaturas azuladas del inframundo. Continúa con otro relato en el que una joven Mónica tiene un encuentro paranormal con su abuelo muerto, que se manifiesta a través de ondas de radio. El incidente nos devuelve al pueblo maldito y vampirizado antes de regresar con Mónica, que cuenta en una entrevista para televisión sus reflexiones acerca del éxito, después de haber conseguido vender su tienda de velas a una gran multinacional. 

Y así sucesivamente, el libro avanza por las edades de Mónica, una biografía entreverada de sucesos extraños que desemboca en un final apocalíptico del que no diremos nada más por no destripar el final, salvo que es inesperado, espeluznante y augura un futuro poco esperanzador para el conjunto de la humanidad. ¿Hay en él una crítica hacia el rumbo que hemos tomado como especie? “No me propongo hacer juicios ni hacer hincapié en nada”, asegura Clowes. Pero al mismo tiempo considera que “no había otro final posible”. “Ya tenía ese final en mente, pero tenía que recorrer todo el libro con el personaje antes de estar seguro del final, y cuando llegó el momento supe que tenía que ser así”.

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El libro, curiosamente, ha salido a la venta antes en España (de la mano de Fulgencio Pimentel) y en Países Bajos antes que en el ámbito anglosajón. “En estos países la gente habla perfectamente inglés, así que he querido darle a mis editores de ambos países un poco de ventaja, para evitar que los lectores compren directamente la versión en inglés”, afirma Clowes, por más que esa opinión sobre el nivel de inglés de nuestro país sea casi tan chocante como algunos de los sucesos que narra el cómic.

Pregunta. Al comienzo del libro describe el ambiente y la forma de ser de los hippies y cómo fue para Monica criarse con una madre soltera sin trabajo, que cambiaba de pareja cada pocas semanas o meses, sin un hogar fijo y educada con mucha laxitud. ¿Hay alguna conexión con su propia infancia?

Respuesta. Soy un poco mayor que Mónica, pero la versión de su infancia que dibujo en el libro es muy cercana a la mía. Tuve una educación muy caótica y loca en la que mi madre simplemente estaba tratando de descubrir este nuevo mundo que de repente se nos presentó en esos días de revolución. Y a medida que fue haciéndose mayor se fue obsesionando con esa época y solo hablaba de esos años de su vida y deseaba poder volver atrás en el tiempo.

P. El libro hace un recorrido por la historia reciente de Estados Unidos desde la Guerra de Vietnam hasta nuestros días. ¿Cómo es el balance que hace del último medio siglo en su país, positivo o negativo?

R. Creo que mi evaluación está empeorando con el tiempo y siento que ahora es el peor momento en la historia de mi país, al menos durante mi vida. No puedo hablar de la Gran Depresión o la Guerra Civil y cosas así, pero realmente siento que hay mucha desesperanza en este momento. Parece muy difícil imaginar una solución a todos los problemas tal como están las cosas. Entonces, sí, creo que hay una cierta sensación de perder el control de la realidad, de la seguridad o cualquiera de esas cosas que uno podría desear.

P. ¿Y cuál es el estado de ánimo que usted nota en su país? ¿Hay tanta polarización como parece desde fuera?

R. Parece como si cada uno estuviera en su propio pequeño mundo y no reconoce ni escucha a nadie que esté siquiera en una versión ligeramente diferente de ese mundo. Y yo me incluyo. Ya sabes, todos estamos en pequeños grupos de personas que consideramos tener la visión sensata y correcta de las cosas. Pero hay algunas visiones que parecen tan ridículas y demenciales que es difícil siquiera imaginar llegar a un acuerdo con ellas. Es muy desagradable.

P. ¿Cuál era su relación con los cómics cuando era niño y cuándo decidió que quería dedicarse a ello?

R. Tenía un hermano diez años mayor que era un gran coleccionista de cómics, y me dejó todos sus cómics de los años cincuenta. Así que crecí con eso como mi único entretenimiento. Incluso antes de que tuviéramos un televisor, eso era todo lo que tenía. Así que me sumergí en los cómics cuando era muy pequeño y pasaba todo el día leyéndolos y mirándolos. Así que los cómics se convirtieron en un segundo idioma para mí. Y realmente nunca perdí mi interés. Siempre tuve algún tipo de cómic que era parte de mi identidad. Es el único trabajo que consideré por encima de cualquier otra cosa.

P. ¿Y cree que su estilo de dibujo, su estética, viene de aquellos cómics de los años cincuenta?

RCreo que sí, es una fusión de las imágenes que vi cuando era un niño pequeño. Esa visión de la realidad se mezcló con la obra de muchos cineastas, fotógrafos y piuntores que conocí cuando fui creciendo. Ahora mismo soy muy consciente de mi propio gusto, y puedo ver algo al otro lado de la habitación, o un cuadro o un libro, y sentirme inmediatamente atraído por ello. No sabría definir mi estética, pero sé cuál es. Si viniera a mi casa, verías que cada objeto pertenece a ella.

PGhost World es su trabajo más conocido. ¿Cómo se siente hoy con respecto a esa obra, le sigue teniendo apego?

R. Me siento como si hubiera enviado a mis hijos a la universidad hace 25 años y nunca me hubieran escrito. Ya no me siento tan cercano al libro porque ha pasado mucho tiempo. Pero me encanta que todavía la gente lo lea. Trata de personajes que no tienen ordenador ni teléfonos móviles, usan viejos teléfonos de disco y leen periódicos y cosas así, pero eso no parece importarles a los lectores más jóvenes. Hay toda una nueva generación de personas que lo siguen leyendo. Eso es muy gratificante.

P. Últimamente se ha hablado mucho de la precariedad en el mundo del cómic. En Estados Unidos surgió la etiqueta #ComicsBrokeMe ("los cómics me arruinaron/quebraron"). Y en España la situación no es mejor. El último Premio Nacional de Cómic, Borja González, dice que apenas es mileurista y casi no le da para pagar las facturas, y eso que es uno de los autores más reconocidos del momento. ¿Qué piensa sobre eso?

R. Este es un negocio despiadado. Somos parte de la industria del entretenimiento, junto con las películas, la lucha libre profesional, el fútbol y todo eso. En el mundo del cómic no es que haya mucho dinero fluyendo para todos. Hay muchos artistas que salen de las escuelas de arte y mucha gente queriendo dedicarse al cómic, pero una cantidad limitada de trabajo. Y no sé qué decirle exactamente a nadie. Siempre tengo la esperanza de que alguien llegue con la solución. No tengo idea de cómo corregirlo. Es una situación difícil.