Desde sus inicios como narrador, Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978) ha ido cosechando premios y buenas críticas. No es para menos, porque ha sido ungido con el don de saber contar. Considerado uno de los nuevos escritores de su país, Monge ha escrito sobre la violencia (El cielo árido, 2012) e incluso ha profundizado en el análisis de las violencias masculinas (No contar todo, 2018). Pero también ha tratado el amor entre dos traficantes de personas (Las tierras arrasadas, 2016) y se ha adentrado en la distopía y la utopía en Tejer la oscuridad (2020), una novela calificada de hermosa.

Justo antes del final

Emiliano Monge

Random House, 2022. 432 páginas. 19,90 €

Monge compone desde la profundidad, hace creíbles sus mundos y a sus personajes, y conoce los artilugios para que sus historias destilen verdad. También los recursos narrativos que necesita para potenciarlas, porque sabe elegir el punto de vista y el tipo de voz más conveniente; porque sabe dosificar la información y maneja el tiempo con pericia.

Si en uno de los cuentos de No contar todo Monge se atrevía con el tema del padre (unido a él se aproximaba al abuelo para confluir en él mismo), en Justo antes del final el escritor explora la figura de la madre. Lo hace desde la hondura y se puede decir también que desde el abismo. El libro empieza con un tono faulkneriano (desde el principio se indaga en las raíces de la locura), mezclado con imágenes que recuerdan el cine de Haneke, de películas como La cinta blanca (2009), donde el silencio ocultador, la severidad familiar y el atisbo de la demencia crean un ambiente opresivo; donde las puertas se cierran para esconder lo indecible.

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Lo primero que sorprende de este libro doloroso y memorable es la forma de estar contado. El narrador utiliza la segunda persona y su interlocutor es él mismo, que se cuenta el relato que la madre le hace sobre su propia vida. Con esta distancia interpuesta, el hijo puede referir la historia sin que le conmocione (en exceso) lo escuchado. La segunda persona, además, facilita que el lirismo y el tono poético se filtren en la narración. Como contrapunto, fluyen las voces de otros parientes.



Los capítulos llevan por título un año, que se inicia con el del nacimiento de la protagonista (1947) y llegan hasta nuestra contemporaneidad (2016). En su alocución verbal, previa a la composición, la madre mencionará lo que recuerda que sucedió en cada anualidad. De ahí que se imponga un orden temporal y que la novela se relacione con la memoria.

Lo primero que sorprende de este libro doloroso y memorable, espléndido, es la forma de estar contado

Después de las vivencias del personaje, el narrador completa los capítulos con la mención de ciertos acontecimientos que tuvieron lugar durante aquellos 365 días. Se trata de hechos políticos, gestas deportivas, avances sociales o acontecimientos culturales cuya misión no solo es contextualizar la vida materna sino, sobre todo, diluir el sufrimiento que causan la oralidad y su escritura.

La novela se sumerge en el relato de la locura y del miedo a caer en ella. Y aborda temas como el vacío y el abandono en la infancia, la falta de cariño que se arrastra durante toda la vida, el estigma de sentirse diferente, la maternidad como forma de encontrar el equilibrio, la resiliencia de una mujer que se ha hecho a sí misma, la necesidad de un orden, el valor de la palabra, la importancia de los afectos… Una obra dura y espléndida.