Profesor de literatura del siglo XIX en la Universidad de Sheffield y reconocido especialista en la época victoriana, John Miller (Chatham, Inglaterra, 1973) tiene todo el cuerpo tatuado, reflejo de su fascinación por la literatura protagonizada por hombres y mujeres marcados. De esa seducción atormentada y salvaje nace el volumen que lanza ahora Alba, Cuentos de tatuajes, traducidos por Concha Cardeñoso Sáenz de Miera, Carmen Montes Cano, Teresa Herrero, Roberto Bravo de la Varga e Isabel Hernández.

Una antología de tinta (1882-1952), que ofrece quince relatos de algunos autores célebres como Saki (“El lienzo”), Roald Dahl (“Piel”), Von Doreder (“La mujer tatuada”) o Junichiro Tanizaki (“El tatuador”), y una decena de nombres casi olvidados, como James Payn, John Chilton o Arthur Tuckerman, algunas de cuyas ficciones ni siquiera se han vuelto a leer desde la primera vez que se publicaron en almanaques y revistas.

“En realidad —comenta Miller a El Cultural— llevaba años recopilando historias de tatuajes antes de pensar siquiera en hacer algo con ellas. Es más, a menudo hablo de tatuajes y de su historia con mi artista personal, Luca Ortis, generalmente mientras me tatúo, y esas conversaciones me impulsaron a unir dos facetas de mi vida que generalmente permanecen separadas: la académica y mi estética, mi pasión personal por los tattoos”.

Sin embargo, fue solo cuando descubrió la colección Tales of the Weird de la Biblioteca Británica cuando pensó que había llegado el momento de rescatar algunas historias sobre tatuajes espléndidas, escritas desde finales del siglo XIX hasta mediados del pasado. La razón de este límite cronológico es, admite, “bastante banal. Los editores prefieren publicar piezas por las que no tengan que pagar derechos de autor. Pero también hay una razón intelectual: me gusta la idea de echar un vistazo a la escena del tatuaje antes de que existiera una escena del tatuaje como tal, y así descubrir algunas de las avenidas más oscuras de la historia. El trabajo de archivo es una de las facetas más divertidas de mi trabajo como profesor universitario. Además, me fascina toda la gente que se tatuó cuando hacerlo resultaba algo totalmente marginal que indignaba a los biempensantes. ¡Qué suma de carácter y decisión debía de suponer atreverse a soportar semejante precio social!”.

Deseo y seducción

Uno de los aspectos más curiosos del volumen es que la mayoría de los autores seleccionados son anglosajones. El profesor Miller confiesa que la versión original solo contenía una historia que no estaba escrita en inglés, el relato de Tanizaki, y que fue Luis Magrinyà. editor de Alba, quien le sugirió ampliar el alcance de la obra incluyendo otros idiomas “aunque tuve que confesar mi ignorancia. La verdad es que estoy en deuda con los contactos de Luis entre los traductores de varias de las historias. Me encantaría encontrar más narraciones de tatuajes en otros idiomas”.

“Esta obra vincula dos facetas de mi vida que permanecían separadas: la académica y mi pasión personal por los tattoos”, explica Miller

Con todo, no duda en señalar cuál es su cuento favorito. Se trata de “El vial verde”, de T. W. Speight, una historia “extravagante e insólita” que explora la compleja y problemática política de la Gran Bretaña imperial a través de las desventuras del hijo de un mago francés que, para enrolarse en un circo, debe presentarse como un jefe tribal de Nueva Zelanda y tatuarse la cara. “Rebosa deseo y ansiedad a partes iguales, pues en él el tatuaje se presenta como fuente de seducción”.

Miller, que acaba de publicar The Philosophy of Tattoos, un relato ilustrado de la historia y el significado de los tatuajes, siente que por el momento ya ha escrito “todo lo que tenía que decir sobre el tema”, así que no se plantea “de momento” ampliar la antología ni completarla con autores de los últimos 50 años, pero asegura reservar “un par de buenas historias en la chistera”. A fin de cuentas, lo que pretende es reivindicar la importancia del tatuaje como símbolo cultural.

Un recordatorio de tinta

Convertidos en nuestros días en moda colectiva, declaración de principios estéticos y vitales e incluso en arte íntimo y sutil, para Miller hoy los tatuajes tienen que ver “con la belleza, por su encanto extraño y complejo”. Aunque se ha mercantilizado implacablemente, le gusta pensar que conservan intacta su energía radical y disruptiva, “aunque en los relatos de mi antología tengan connotaciones muy negativas, pues en general los protagonistas son delincuentes o marginados”.

Jocoso, recuerda que su primer tatuaje, en las costillas y hace más de veinte años, fue un poema de Dylan Thomas titulado “In My Craft or Sullen Art” (“En mi oficio o sombrío arte”), en el que el poeta galés habla de consagrarse a la creación olvidando las obligaciones materialistas de la vida cotidiana: “En ese momento estaba comprometido con el sueño de vivir de modo alternativo (aunque no creo haber dejado de ser siempre algo convencional). Quería convertirme en un poeta bohemio y no asentarme en la lúgubre existencia de un burgués respetable. Así que el poema fue una forma de obligarme a mantener eso de por vida, a no venderme y a no comenzar una carrera en finanzas o algo así”, concluye.

@nmazancot