ArritmiaIrene Cortés ArranzLibros del Aire. Madrid, 2020

84 páginas. 14 E

Irene Cortés Arranz (Almería, 1980) nos invita en Arritmia, su primer libro, a toda una poética del mar. Sensual y apacible, potencial y mistérico. El mar como lenguaje y como cuerpo, como un amparo muy sutil de música silente, como una clave interna que se contempla nítida y en marcha, con su veracidad confesional despojada de artificio.

“Cala de los muertos” es un poema inaugural en el que nos confiesa que “Cuando no tienes nada que decir / cierras en derredor una muralla”. Aunque más adelante, cuando hemos renunciado, por ahora, a unas cuantas cimas ideales, para nuestra fortuna descubrimos que “A ras de tierra también hay oxígeno”. Tenemos a una mujer reafirmada en su herida, porque la padece aún, lejanamente, y “las costillas, paredes agrietadas, / se tambaleaban”. Aunque haya casas que no merezcan el precio que se ha pagado por ellas, antes o después, al despertar, hay que tapiar todas las ventanas.

De eso va este libro, con su eco y guiño a Los desengaños, de Antonio Lucas, desde una sencillez del discurso poético que se interna en su propio temblor sin renunciar al nombre del sentimiento. Aunque la charca inunde la casa y jamás consigamos renunciar a ser nosotros mismos, porque nos ahogaríamos. Y entre las emociones hay hallazgos: “Bombillas de filamentos / chamuscados por el uso. / Así nosotros / en esta despedida”. Mientras los hilos de cobre se tocan por última vez, queremos recordar qué nos llevó al kilómetro cero de todas las ciudades del mundo.

Junto a “La anciana de Montmartre” pasa el viejo París y también el fantasma de Cortázar, antes de descubrir que en la pared del más hermoso de los museos también acecha el abismo.

@AzaustrePerez

EXTRAMUROS

Lanzan estos árboles los brazos hacia el cielo

imitando al humano al que casi no han visto.

Todo aquí y allá se nutre de agua

y la lluvia perenne se compone de ausencias

o, lo que es lo mismo,

sombras que bajan y suben

por el tobogán del tiempo.

Es hora de ser y contar.

Quiero ir a Dufftown

y ver cómo los pájaros dibujan

el rostro abandonado de todas las memorias (…)