En 2004, publicó Los demonios del edén, libro que destapó una red de pornografía infantil y trata de personas en la que se entremezclaban el crimen organizado con políticos y funcionarios de alto rango. Desde entonces, Lyda Cacho (Ciudad de México, 1963) es una periodista y activista perseguida. Ha tenido que salir a la carrera varias veces de México. La última en 2019, cuando unos sicarios entraron en su casa con la intención de acallarla definitivamente y, al no encontrarla, acabaron matando a sus perros. Entonces decidió refugiarse en nuestro país, que le acaba de otorgar la nacionalidad española. Cacho también fue secuestrada y torturada en 2006. Unos hechos que narró en Memorias de una infamia y que ahora, de la mano del director José Martret y las actrices Marta Nieto y Marina Salas, ‘expone’ en las Naves del Español desde el próximo jueves. El pulso del periodismo contra la corrupción en carne viva y resistente.



Pregunta. ¿Cómo surgió la idea de llevar al teatro Memorias de una infamia?

Respuesta. Es algo que me habían planteado ya varios directores mexicanos y argentinos, hace años, pero no era el momento. Los principales responsables de la trama no estaban detenidos. Y la verdad es que sus propuestas no me interesaron entonces. Yo estaba preparando por otro lado un guion para cine, así que decidí esperar. En 2019 conocí a José Martret. Él leyó el libro y me mandó un borrador pero sobre todo me encantó que me hablara de Julia, de Christianne Jatahy, que mezcla cine y teatro. Y a partir de ahí empezamos a trabajar en la adaptación, en aspectos como si castellanizábamos o no el texto.



P. Que es algo que al final han hecho pero, al margen de esto, ¿qué otro criterios han guiado la adaptación?

R. Lo que quería era retratar cómo los poderosos utilizan el aparato del Estado como instrumento de venganza contra activistas y periodistas. Más allá de mí, es algo que sucede en el mundo entero. Yo estoy en una lista de casi doscientos perseguidos por gobiernos en los que está infiltrada la mafia, de Rusia, Iraq, Afganistán, Chechenia, Colombia, Argentina, México… La pregunta que nos hicimos fue cómo mostramos una historia que se basa en un fragmento dramático de mi vida pero también retrata la de muchas otras y, por tanto, tiene un valor más universal. Martret al principio quería mantenerla en su expresión original pero yo pensé que, por esa proyección universal, si quien iba a personificar a la periodista perseguida y torturada era una actriz española, estaba bien que lo hiciera en castellano, y que cuando la obra vaya a México, Colombia o Argentina sean actrices de allí. La tonalidad del lenguaje no es la prioridad.

"El teatro es una de las herramientas más bellas porque te permite estar cara a cara con la realidad"

P. ¿Qué le aporta el teatro a esta historia?

R. El teatro es sin duda una de las herramientas del arte más bella de todas, siempre me ha interesado, en particular el teatro documental, que te permite estar cara a cara con la realidad desde un lugar mágico. Esta puesta en escena que combina cine y teatro te hace entrar en la vida de la protagonista, acompañarla en su viaje interior y también en el exterior de una ciudadana perseguida.



P. Usted no había escrito ninguna pieza teatral hasta la fecha, ¿no?

R. No, no, pero me hace mucha ilusión porque cuando me gradué de la preparatoria en México empecé a estudiar teatro con Óscar Liera, uno de los grandes libretistas mexicanos. También estuve con Hugo Argüelles en cursos de teatro. Esto es un poco volver al origen porque también mi primer trabajo fue como asistente de producción de cine con 22 años.



P. Cabe pensar que le interesará particularmente presentar esta obra en México. ¿Hay planes concretos al respecto?

R. Sí, aunque yo no puedo volver mientras los sicarios sigan pagados, así que no sé por cuántos años. Hay dos productoras mexicanas muy interesadas. Por supuesto, será con el mismo equipo liderado por José Martret y Eva Paniagua como coproductora española. También nos lo están pidiendo en Argentina y Portugal. Supongo que se debe a que son lugares donde mis libros han tenido mucha repercusión.

Más riesgo que nunca

P. El secuestro y las torturas que relata en La infamia ocurrieron en 2006. ¿Corre hoy el mismo peligro que en aquella época?

R. Justamente, la semana pasada en Madrid un experto en evaluación de riesgos de Europol me decía que el momento actual es mucho más riesgoso. En 2004, cuando publiqué Los demonios del edén, ya lo hice bajo amenazas de muerte. Los gobernadores y senadores vinculados a la red de pornografía infantil decidieron silenciarme. Un grupo quería matarme. Era la idea original de los sicarios-policías que me secuestraron, pero con la movilización de colegas de la prensa y activistas se vieron obligados a llevarme viva a la cárcel. Ya utilizaban el aparato de justicia como instrumento de venganza. Pero con los años logré encarcelar sucesivamente al líder de la red de trata y que tuviera la condena más grande de la historia de América Latina por pederastia, 112 años, y a otros servidores públicos vinculados al poder judicial, y sobre todo al gobernador de Puebla. Ellos no quieren que siga testificando. Si caen las cabezas de la red, caerá a su vez todo el montaje político que se ha sostenido con los recursos de la delincuencia organizada. Es algo que yo he demostrado con mi trabajo periodístico. El riesgo, por tanto, es mucho mayor. La obra es una reivindicación para decir que los periodistas no debemos convertirnos en ministerios públicos y que no deberíamos vivir en la huida por decir la verdad.



P. ¿Diría que el gobierno mexicano ha podido hacer más para protegerla?

R. Absolutamente. Podría haber hecho mucho más no solo para protegerme a mí sino también a las víctimas de las que yo me convertí en escudo. El gobierno ha hecho menos de lo que debía porque yo he evidenciado los vínculos de servidores públicos con estas redes de delincuencia organizada. El fiscal general de la República es uno de los que han logrado que el caso no sea investigado adecuadamente. Todos los que yo menciono tienen intereses inconfesables. México sufre un gran problema de demomafia o narcoestado. He sido muy incómoda para los tres gobiernos anteriores y seguro que lo seré para los próximos porque en realidad lo único que hacen es reciclarse pero los mismos poderosos siguen ahí, vinculados a las mismas mafias.

Yoga y periódicos

Aquí en España no dispone de una escolta directa pero hay un equipo de la Policía Nacional que la tiene siempre en el radar. Por las mañanas hace yoga, saca de paseo a sus perros y se sumerge en los periódicos mexicanos y también los españoles. Reconoce, de hecho, que ya anda levantando algunas alfombras de la realidad local. Es su naturaleza. “Pero todavía no quiero entrar en detalles hasta que no estén más avanzadas las investigaciones”, zanja. Se siente una exiliada política por una razón: “La mafia no hubiera podido encarcelarme ni utilizar el aparato del Estado en mi contra si no fuese por el vínculo entre delincuencia organizada y gobierno mexicano”.



P. ¿Se pregunta habitualmente si ha merecido la pena?

R. No me pregunto si valió la pena porque estoy segura que sí. Tengo pruebas fehacientes de la utilidad de mi trabajo. Pero lo que sucede es que estoy agotada emocionalmente. Lo que me pregunto es si vale la pena seguir esforzándome en investigar estos temas cuando los poderes fácticos están cada vez más conectados con la delincuencia transnacional en todo el mundo. Mi familia me dice que ya he hecho más que lo que habrían hecho diez personas en una vida entera y me piden que me siente y disfrute. Hay momentos en que lo pienso pero luego me invitan mis colegas de aquí a ser parte del jurado de un premio de periodismo y leo sus trabajos y concluyo que sí, que lo merece. Es, supongo, la terquedad de la esperanza.

Marta Nieto en un momento de la obra. Foto: José Alberto Puertas

P. Ha recibido muchos premios. Saviano dice que la popularidad le blinda, que si la gente se olvida de él, será más vulnerable ante la mafia. ¿Lo percibe igual?

R. Totalmente, sobre todo porque todos estos corruptos y mafiosos a los que he destapado lo que pretenden hacer en las redes y los medios es desacreditarme como periodista. El descrédito puede llevarte a un lugar de fragilidad que puede incluir el encarcelamiento. Es importante el reconocimiento de que tu trabajo dice la verdad. Ahí se asienta el prestigio. La fama es cuestionable porque tiene que ver con la parafernalia de ser o no importante. Y lo de que se trata, respecto a los periodistas, es de si somos útiles o no para la sociedad. El dinero de algunos premios, además, me han ayudado para pagar a abogados con los que protegerme.

Linaje feminista

P. ¿Hasta qué punto ha calado en México la ola feminista de los últimos años?

R. El feminismo latinoamericano ha tenido un impacto rotundo en todo el sistema sociopolítico e incluso religioso de la región. Yo estoy metida en el movimiento desde que tenía 15, 16 años, porque mi madre era feminista. Trabajo con feministas de Argentina, Chile, Ecuador… El intercambio de conocimiento es muy fluido. Hemos ocupado muchos espacios que no nos eran permitido hace 30 o 40 años, como el periodismo y la literatura. Eso supone la inclusión de una mirada distinta. Son grandes logros que yo celebro.



P. Entonces tiene esperanza de que la realidad mexicana, su parte oscura, cambie, ¿no?

R. Tengo 58 años y he visto cambios radicales. Recuerdo que, cuando comencé a investigar para el libro Demonios del edén en 2003, la gente me decía que no iba a conseguir nada porque ni siquiera había leyes contra la pornografía infantil ni contra la trata de personas y que no iba poder avanzar porque el poder político también estaba metido. Me lo decían jueces, policías… Y ahora tenemos leyes contra esas dos lacras y muchas condenas. Así que por supuesto que tengo esperanza.

@alberojeda77