“Persecución y asesinato de Jean Paul Marat representados por el grupo teatral de la casa de salud de Charenton bajo la dirección del señor Sade”. Metateatro, ilusión, laberinto. El mítico Marat-Sade llega de nuevo a Madrid de la mano de Luis Luque, que vuelve así sobre otro gran título del siglo XX para reencontrarse con el teatro de las ideas y rebuscar en el texto de Peter Weiss los “pliegues del alma humana”. Luque, director adjunto de las Naves del Español –donde se estrenará con cierto retraso debido a la nevada–, reconoce sentirse deslumbrado por el argumentario del revolucionario Marat frente al planteamiento nihilista del Marqués de Sade.

“Weiss nos enseña a través de su texto que vivir con contradicciones puede ser positivo. No hay que temerlas. Forman parte de nosotros y si atendemos la tensión que nos producen nos pueden acercar a los demás. Creo que es una obra que habla de la posibilidad de paz entre los distintos bandos. El momento que atravesamos es tan contradictorio que nos ahoga”, explica Luque a El Cultural.

"Los pacientes de nuestro Charenton están en otra frecuencia sostenida, peligrosa y sensual”. Luis Luque

Como en cada representación de Marat-Sade (incluida la película de Peter Brook de 1967 a la que Luque homenajea), la puesta en escena resulta esencial para que el texto y las interpretaciones de los actores estallen con toda su intensidad. El director, que se ha apoyado en la escenógrafa Monica Boromello para dar vida a ese “espacio de la experiencia”, lo define como de inspiración clásica pero con visión contemporánea gracias a una plástica que une el movimiento, la videoescena y la interpretación: “Es una estética contundente donde emergen símbolos capaces de multiplicar los significados. La propuesta musical, basada en el eclecticismo, está más anclada en nuestro ahora pero con la mirada puesta en el pasado. No propongo un espacio y tiempo realistas. Lo que creamos lo hacemos desde la poesía, intentando trascender los límites del hecho histórico para ir a las ideas más esenciales”.

Dentro de este ideario se encuentra la tensión entre lo colectivo y lo individual, tan de actualidad en estas circunstancias marcadas por nuestra actitud ante la pandemia: “Hay que aceptar que tenemos una parte egoísta y otra más empática con lo que nos rodea. El miedo te hace codicioso y sectario y es ahí donde surge la tensión”. Otro aspecto de la puesta en escena que sorprenderá es la coreografía de Sharon Fridman, cuyo trabajo Luque lo califica de auténtica revolución: “Tiene una gran visión espacial y sabe ver las potencias físicas que pueden ayudar dramatúrgicamente a contar esta historia. Sharon es un maestro de la composición con mirada ancestral. Entendió enseguida el lenguaje que le proponía y lo ha enriquecido. Los peculiares personajes de la obra llegan a expresarse a través del movimiento”.

Este Marat-Sade da, pues, un paso más en las diversas adaptaciones que se han hecho en nuestro país. Las que más han influido en Luque son la de Miguel Narros, estrenada en el CDN en 1994 con José Luis Pellicena y José Pedro Carrión, y la de Animalario, de 2007, con versión de Alfonso Sastre, dirección de Andrés Lima y un reparto encabezado por Alberto San Juan y Pedro Casablanc. Otros montajes que han hecho historia han sido el de Atalaya (2015) capitaneado por Ricardo Iniesta, y el "revolucionario" de Adolfo Marsillach y Francisco Nieva, de 1968, que abrió el camino a las posteriores versiones escénicas.

“Me marcaron. Me llevaron a leerlo una y otra vez. Intento conectar con el texto y me alejo de lo que se presupone, Juego constantemente con la unidad de los opuestos. Los pacientes de nuestro Charenton están en otra frecuencia sostenida, peligrosa y sensual”, reconoce Luque, que, heredero de esta tradición, ha buscado en la traducción de Miguel Sáenz la fuerza primigenia de Weiss y en las interpretaciones de Juan Codina (Marat) y Nacho Fresneda (Sade) la dialéctica necesaria para comprender al ser humano.

@ecolote