Hubo un tiempo en el que el cine italiano era el mejor del mundo. Esos irrepetibles años 50 en los que brillaban cineastas como De Sica, Rossellini, Fellini o Visconti. Muchos años después, las películas de ese país no gozan del impacto internacional de entonces pero siguen siendo testimonio vivo de una cultura milenaria y fundamental para comprender Europa. En formato presencial después del año de la pandemia, el Instituto de Cultura Italiano celebra en el Cine Paz de Malasaña la 14.ª edición del Festival de Cine Italiano, un certamen que permite explorar lo mejor de esa cinematografía. Hay nueve películas a concurso, seis documentales, tres títulos seleccionadas por el Festival de cine infantil Giffoni y una amplia representación de cortometrajes recientes. Como guinda, un apasionante ciclo de commedia italiana en el que se proyectarán títulos como Ayer, hoy y mañana (1964) de De Sica, o clásicos de los 60 como Amigos míos (1975) de Monicelli.

A concurso, lo nuevo de Roberto Andó, quien obtuvo un gran éxito de público en 2013 con su sátira política Viva la libertad. Su nueva película se llama Il bambino nascoto y trata sobre la relación entre un catedrático de piano sesentón y un niño que se cuela en su casa escapando de una amenaza desconocida. Directa desde el último Festival de Venecia Una relazione, de Stefano Sardo, cuenta la ruptura de una pareja de artistas sin mucho éxito que pretenden acabar con su convivencia de quince años en los mejores términos para chocar con la cruda realidad. También presentada en ese festival, Mondocane, debut de Alessandro Celli, plantea un mundo distópico del estilo Mad Max en el que cunde la violencia y se han agotado los recursos naturales. La preocupación medioambiental también hace acto de presencia en otra película, en este cado de animación, que presenta un futuro tenebroso como Yaya e Lennie, de Alessandro Rak, en la que vemos un Nápoles apocalíptico invadido por un bosque tropical.

La eterna commedia a l’italiana sigue viva y no solo en el ciclo que se le dedica. Per tutta la vita, de Paolo Costella, nos presenta a una pareja que después de media vida juntos descubre que su matrimonio es nulo. El conflicto está servido. A medio camino entre el drama y la comedia I nostri fantasma, explica la historia de un padre divorciado en paro que se esconde con su hijo en el ático de una casa haciendo ver que es un fantasma. El tema familiar vuelve a aparecer, con un tono plenamente dramático, en Il silenzio grande, donde Alessandro Gassmann, hijo de Vittorio, se inspira en sus propias memorias familiares para contar la catarsis de una familia de artistas cuando se vende la casa familiar.

En el apartado documental, algunos títulos apetecibles como La machina delle immagini de Alfredo C., de Roland Seiko y Ezio Bosso, en la que se rescata la poca conocida historia de la invasión italiana de Albania en 1939. Il Palazzo, de Federica di Giacomo, narra las vicisitudes de un palacio en el centro de Roma en el que vive una comunidad de artistas. Senza Fine, de Elisa Fuksas, nos propone un retrato de una cantante italiana crucial del siglo XX como Ornella Vanoni y Le cose che restano refleja los últimos años del compositor enfermo de ELA Ezio Bosso.

@juansarda