En el magnífico documental Jodorowsky's Dune (Frank Pavich, 2013), el inefable director de El Topo (1970) decía que las películas debían tener corazón, mente, poder y ambición. Su truncado proyecto para adaptar al cine la novela de Frank Herbert, el más elefantiásico y megalómano de la historia del cine, podría haber revolucionado la industria de haber llegado a buen puerto (o también podría haber sido el mayor batacazo de la historia, nunca lo sabremos). Lo cierto es que tras varios años de trabajo, después de haber reclutado para la empresa a talentos mayúsculos como Moebius, H. R. Giger, Dalí, Orson Welles o Pink Floyd, e incluso someter a su propio hijo a un entrenamiento físico durísimo durante 2 años para que interpretara a Paul Atreides, los productores no consiguieron el dinero necesario para sacar adelante el proyecto y todo quedó en una mágnifica locura cuyas ramificaciones calaron en producciones posteriores como Star Wars o Alien. Los derechos del libro acabarían en manos del controvertido productor Dino De Laurentiis, que le propondría la dirección a David Lynch para que se estrellara a lo grande. El Dune de David Lynch es un desastre mayúsculo, reivindicable, eso sí, como loquísimo placer culpable. Desde entonces, y con la excepción de una olvidable adaptación televisiva del año 2000, nadie se había atrevido a acercarse a esta novela de ciencia ficción. 

Pero Denis Villeneuve es un director valiente, que ya se atrevió a meterle mano a uno de los grandes clásicos del género, Blade Runner, pariendo la mejor de las secuelas posibles, una obra maestra muy superior a la original. Ahora, aún conociendo el malditismo que se cierne sobre el texto original, por fin estrena su propia versión de Dune, retrasada más de un año por culpa de la crisis sanitaria.

Lo primero que habría que avisar es que estamos ante la Parte I de una supuesta bilogía, algo que la promoción parece que ha querido dejar en un segundo plano. Aunque, en principio, parece una decisión coherente, ya que el libro es demasiado denso como para que todo entre en algo más de 2 horas de metraje, también es cierto que condiciona la experiencia, puesto que el final del filme no es más que un punto y aparte y el arco narrativo del héroe no se completa, por lo que el clímax resulta muy descafeinado. 

En cualquier caso, Villeneuve ha hecho un trabajo encomiable para que la enrevesada historia de Hebert se traslade a imágenes con claridad y buen ritmo, algo que no era sencillo. El director construye una poderosa ficción, tan tangible como asombrosa, de traiciones entre casas feudales planetarias por el control de Arrakis, un desierto inhabitable para la mayoría de los mortales en el que brota la especia más valiosa del universo. En el centro del relato está Paul, un magnífico Timothée Chalamet, el heredero de la casa Atreides, a la que el emperador le encarga la tarea de la explotación de este preciado recurso en perjuicio de la casa Harkonnen, hasta entonces regidores de Arrakis. 

Paul, el hijo del Conde Leto (Oscar Isaac) y una Dama de la Hermandad Bene Gesserit (Rebecca Ferguson), una especie de orden religiosa compuesta por mujeres con poderes telequinéticos, bien podría ser el elegido que esperan los Fremen, los habitantes de Arrakis, para ser liberados del yugo del imperio. Él mismo tiene sueños premonitorios que parecen indicar que realmente podría ser ese ansiado Mesías. En cualquier caso, pronto aparecen las traiciones y los complots y se desata el caso y la guerra en Arrakis.

Villeneuve consigue facturar increíbles imágenes de naves suspendidas en cielo, y todo el imaginario de Hebert, desde los enormes gusanos del desierto hasta la concepción escabrosa y maligna de los Harkonnen, funciona en ese estilo visual tan suyo de extrema frialdad y escalas imposibles. Pero el director se queda corto a la hora de implicar emocionalmente al espectador en lo que le ocurre a los Atreides, quizá porque prioriza las secuencias de acción -que, por otro lado, resultan algo rutinarias- sobre la construcción de los personajes, a pesar de algún que otro diálogo fantásticamente escrito. Regresando a las palabras de Jodorowsky, podríamos decir que el Dune que acaba de estrenar Dennis Villenueve tiene mente, tiene poder y tiene ambición, otra cosa es lo del corazón.

@JavierYusteTosi