Nominado al Goya con su corto  Inside the Box (2013), el cineasta español afincado en Los Ángeles David Martín-Porras (Salamanca, 1982) regresa al largometraje después de Stealing Summers (2011) con The Chain, en la que con trazas de thriller de ciencia ficción quiere contar una historia de terror psicológico. El protagonista del filme es un joven médico (John Patrick) que trabaja en la misma consulta que su afamado padre sin dejar de sentir que su reputación es un agobio. La vida le da un revés cuando le diagnostican la misma enfermedad degenerativa del padre (Ray Wise, el Leland Palmer de Twin Peaks), un hombre brillante pero cruel que le ha maltratado toda la vida. Desesperado por no acabar como él, recurre a ‘the chain’ (la cadena), una sociedad oculta de enfermos terminales que se aniquilan los unos a los otros. Todo acaba bastante mal cuando mata a una mujer madura (Neus Asensi) traumatizada por la pérdida de la juventud lo que quizá hace que esa cadena más que seguir, se rompa. Las siempre complejas relaciones paternofiliales y la línea que separa el suicidio de la eutanasia o la asistencia del crimen son los elementos en torno a los que transita un filme. 

Pregunta. ¿Quería hacer una película sobre el miedo humano a tener los defectos y vicios de nuestros padres?

Respuesta. La llevé por el terreno del thriller psicológico y el fantástico porque explora el punto de vista subjetivo del protagonista. Es un hombre con una enfermedad neurológica degenerativa que tiene visiones y me parecía que cuanto más loca fuera la película y más experimental mejor. No había trabajado la relación paternofilial y me interesaba ese miedo porque a todos nos pasa cuando nos hacemos mayores que nos aterra descubrir que nos parecemos mucho a ellos. El problema del protagonista es que tiene un rechazo absoluto, es una etapa casi adolescente de oposición total y en el fondo lleva a su padre dentro, por eso busca un look contrario y vemos cómo a lo largo de la película se va pareciendo más a él incluso físicamente. 

P. ¿Existe una cadena violenta que se perpetúa de padres a hijos?

R. Vemos que el protagonista tiene cada vez más esa agresividad y violencia del padre. Sucede muchas veces con personas que han tenido padres ausentes que se convierten en padres ausentes. La única manera es asumir esa carencia y trabajarla. Claro que eso requiere mucha fortaleza emocional por tu parte. El problema del protagonista es que acusa al padre de todo cuando ha sido él quien ha tomado sus propias decisiones. Eso le impide avanzar, evolucionar. En el momento en que decides dejar de culpar a otros es cuando quizá puede haber una liberación. En este sentido, es un personaje que está atrapado. También existe otro miedo que es el de decepcionar a tus padres, el de no estar a la altura.

Un momento de la película The Chain

P. ¿Cómo plantea la relación entre suicidio y eutanasia?

R. A todo el mundo se le ha pasado por la cabeza suicidarse y me parece que es sano porque es un acto de libertad. ¿Cómo gestionas eso? Tienes que ser consciente de que si te suicidas no hay marcha atrás. Por eso hay que estar muy seguro y la eutanasia hay que tratarla con mucha delicadeza. La terapeuta le dice claramente al protagonista que no está preparado para la muerte porque lo que busca es amor y cariño. Al personaje de Neus Asensi le ocurre lo mismo. El problema del suicidio es que está estigmatizado y se oculta. Se reporta como accidente o muerte inesperada cuando en Estados Unidos por cada asesinato hay cuatro suicidios. Sin embargo la percepción que tenemos es la contraria. Los más conservadores dicen que si se habla de suicidio se estimula pero es al revés, hay que hablar de ello para evitarlo. Como gay yo conozco el rechazo que puedes sufrir en una ciudad como Salamanca y el dolor profundo que eso pueda causar.

P. ¿Cómo surge esa idea de ‘la cadena’?

R. La idea viene de un podcast que estaba escuchando de camino al trabajo. Era una señora de 85 años que trabajaba en una organización que ayuda a gente que quiere morir en Estados de Estados Unidos donde la eutanasia es ilegal. A veces asesoran a personas que pueden hacerlo pero no saben cómo y otras simplemente acompañan a personas que quieren morir para que no mueran solas. Mi mente de guionista comenzó a funcionar y se me ocurrió que los que ayudan a morir fueran otros enfermos terminales.

@juansarda