El Boletín de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre los Gases de Efecto Invernadero ha mostrado, según informa Sinc, que la concentración media mundial de dióxido de carbono alcanzó las 407,8 partes por millón (ppm) en 2018, tras haber sido de 405,5 ppm en 2017. Este incremento de CO2 fue muy similar al observado de 2016 a 2017 y se situó justo por encima de la media del último decenio.

Por su parte, las concentraciones de metano óxido nitroso se dispararon y ascendieron en mayores cantidades que durante los últimos diez años, según las observaciones de la red de la Vigilancia de la Atmósfera Global, que cuenta con estaciones en las regiones remotas del Ártico, en zonas montañosas y en islas tropicales.

Sin indicios de una desaceleración

Desde 1990 ha habido un incremento del 43 % del forzamiento radiativo total –diferencia entre la luz solar absorbida por la Tierra y la que refleja, que tiene un efecto de calentamiento del clima– provocado por los gases de efecto invernadero de larga duración. Según las cifras proporcionadas por la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera (NOAA) de los Estados Unidos que se citan en el Boletín de la OMM, el CO2 contribuyó en casi un 80 % a ese incremento.

“No hay indicios de que se vaya a dar una desaceleración, y mucho menos una disminución, de la concentración de los gases de efecto invernadero en la atmósfera a pesar de todos los compromisos asumidos en virtud del Acuerdo de París sobre el cambio climático”, ha manifestado el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.

Además, Taalas recuerda que “la última vez que se dio en la Tierra una concentración de CO2 comparable, fue hace entre 3 y 5 millones de años. En ese entonces, la temperatura era de 2 a 3 °C más cálida y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual”.

Disparidad en las emisiones 

Se entiende por emisión la cantidad de gas que se libera a la atmósfera y por concentración la cantidad que se queda en la atmósfera después de las complejas interacciones que tienen lugar entre la atmósfera, la biosfera, la criosfera y los océanos. Aproximadamente una cuarta parte de las emisiones totales son absorbidas por los océanos y otra cuarta parte por la biosfera.

No se prevé que las emisiones mundiales alcancen su punto máximo de aquí a 2030, ni mucho menos en 2020, si se mantienen las políticas climáticas y los niveles de ambición actuales de las contribuciones determinadas a nivel nacional. De las conclusiones preliminares del informe de 2019 sobre la disparidad en las emisiones se desprende que las emisiones de gases de efecto invernadero siguieron aumentando en 2018.

En el informe United in Science, elaborado gracias a la labor de las principales organizaciones asociadas en el ámbito de la investigación sobre el cambio climático mundial, se subrayó la manifiesta, y cada vez mayor, disparidad entre los objetivos acordados para resolver el problema del calentamiento global y la realidad.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente publicará un informe distinto y complementario sobre la disparidad en las emisiones el 26 de noviembre. En esta décima edición el Informe evalúa los últimos estudios científicos sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, actuales y previstas, que se comparan con los niveles de emisiones admisibles para que el mundo progrese en una trayectoria basada en el menor costo para la consecución de los objetivos del Acuerdo de París. Esta diferencia entre “cuál será la situación probable en el futuro y cuál debería ser” se conoce como disparidad en las emisiones.

El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, declaró que la Cumbre había dado un nuevo impulso y renovado la cooperación y la ambición, pero que todavía quedaba mucho camino por recorrer. Ahora tomará el relevo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP25), que se celebrará del 2 al 13 de diciembre en Madrid (España) bajo la presidencia de Chile.

Dióxido de carbono

El dióxido de carbono es el principal gas de efecto invernadero de larga duración en la atmósfera relacionado con las actividades humanas. Su concentración alcanzó un nuevo valor máximo en 2018, de 407,8 ppm o, lo que es lo mismo, el 147 % del nivel preindustrial en 1750.

El incremento del CO2 que se produjo de 2017 a 2018 superó el crecimiento medio de los últimos diez años. El promedio del índice de aumento del CO2 de tres decenios consecutivos (1985–1995, 1995–2005 y 2005–2015) se incrementó de 1,42 ppm/año a 1,86 ppm/año y a 2,06 ppm/año, observándose los índices de crecimiento más altos durante los episodios de El Niño.

El índice anual de gases de efecto invernadero de la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera (NOAA) de los Estados Unidos de América muestra que entre 1990 y 2018 el forzamiento radiativo causado por los gases de efecto invernadero de larga duración aumentó un 43 %, habiendo contribuido el CO2 a ese aumento casi en un 80 %.

Metano

El metano (CH4) es el segundo gas de efecto invernadero de larga duración más importante y contribuye en aproximadamente un 17 % al forzamiento radiativo. Cerca del 40 % del CH4 que se emite a la atmósfera procede de fuentes naturales (por ejemplo, humedales y termitas), mientras que aproximadamente el 60 % proviene de fuentes antropógenas (por ejemplo, cría de ganado, cultivo de arroz, explotación de combustibles fósiles, vertederos y combustión de biomasa).

El CH4 atmosférico alcanzó en 2018 un nuevo valor máximo, a saber, 1 869 partes por mil millones (ppb), por lo que se sitúa en el 259 % del nivel de la era preindustrial. Su incremento de 2017 a 2018 fue mayor que el observado de 2016 a 2017 y que la media del último decenio.

Óxido nitroso

Las emisiones de óxido nitroso (N2O) a la atmósfera provienen de fuentes naturales (en torno al 60 %) y de fuentes antropógenas (un 40 %), como son los océanos, los suelos, la quema de biomasa, los fertilizantes y diversos procesos industriales.

En 2018 la concentración atmosférica de N2O fue de 331,1 partes por mil millones, lo que equivale al 123 % de los niveles preindustriales. Su incremento de 2017 a 2018 también fue mayor que el observado de 2016 a 2017 y que la media del último decenio.

Este gas también contribuye significativamente a la destrucción de la capa de ozono estratosférico, que nos protege de los rayos ultravioleta nocivos del Sol. Es el causante de un 6 % del forzamiento radiativo provocado por los gases de efecto invernadero de larga duración.