Considerado hoy como el más importante artista renacentista alemán, Alberto Durero (1471-1528) ya era conocido en Europa con poco más de veinte años gracias a sus primeras series de xilografías como la Gran Pasión y El Apocalipsis. “Otros artistas tuvieron que ser recuperados más tarde pero él desde su primeras obras era ya muy famoso en todas partes”, explica el comisario del museo Albertina de Viena, Christof Metzger.

Conocida por albergar la “más importante  y la más extensa colección” del artista alemán con 140 de sus obras, la pinacoteca ultima los detalles para abrir el 20 de septiembre, y hasta el próximo 6 de enero, una exposición con más de 200 trabajos del maestro renacentista, entre grabados, pinturas y dibujos, además de escritos teóricos sobre arte y notas personales, que incluirán préstamos internacionales como la pintura Jesús entre los doctores (1506) del Thyssen- Bornemisza o un Retrato de hombre (1521) del Museo del Prado. “Solo en la Albertina –sostiene su comisario- es posible visitar una exposición tan grande sobre Durero”. Estos 140 dibujos, reunidos en Viena por el duque Albert de Sajonia-Treschen y su esposa, María Cristina de Austria en su colección de arte creada en 1797, “realmente son únicos y muy interesantes desde un punto de vista histórico también” y crean una conexión directa con el taller del artista, cerrado durante 500 años.

El comisario de arte, Christof Metzger, y el director del Albertina en Viena, Klaus Albrecht Schröder durante la visita en la cámara de seguridad del museo. Foto: Nikolaus Graeser_Vienna Tourist Board

Custodiadas hasta la exposición en la cámara de seguridad del museo, hacia la que accedemos junto al director del museo, Klaus Albrecht Schröder, y el propio Metzger, piezas como Manos orando, Ala de una carraca (1500), Gran mata de hierba (1503) o, probablemente la más popular de todas, su Liebre joven (1502) forman parte de esta muestra que trata de exponer cómo el artista fue capaz de “empujar los límites de lo que es posible con su lápiz o, particularmente, con su brocha”. En él, matiza el comisario de la exposición, “todo es correcto”. Así, si uno toma por ejemplo su Ala de una carraca, se observa desde la precisión del número de plumas hasta su disposición en la pintura o los detalles más pequeños, como la herida que se produjo en esta extremidad del ave cuando el animal intentó escapar de la red. “Se pueden apreciar sus fantásticas habilidades en la observación. Durero realmente tomaba la imagen de la vida y de la naturaleza” y la trasladaba al papel, señala.

Absolutamente fiel a la realidad, como si sus obras fueran auténticas fotografías, la perfección llegó con dos de sus piezas de corte naturalista, Gran mata de hierba y Liebre joven. Por ejemplo, analiza Christof Metzger, si uno contempla de cerca esta última, puede ver el reflejo de la ventana en el ojo del animal. Pero, se plantea, ¿dónde está situada exactamente? “Sobre el papel la liebre está en un espacio vacío, no hay nada a su alrededor, pero está sentada sobre algo. No existe una base, un espacio, sobre el que esté apoyada, pero sin embargo sí que vemos cómo se posa su sombra a la izquierda, lo que a su vez nos indica de qué lado está situada la ventana. Son diferentes realidades, porque la liebre y la sombra son absolutamente reales pero están apoyadas sobre un espacio no real”.

"En mi opinión, se trata de un juego". Ese vacío, continúa, sobre el que está sentado el animal en realidad es la hoja de papel. “Y la hoja está sobre su mesa de trabajo. Luego la liebre aparece en ese folio para decir que la intención de esa hoja es hacer posible la observación y el proceso de trabajo”.

“Lo más curioso para mí –interviene el director del museo, Klaus Albrecht Schröder- es cómo consigue hacer que la luz esté en la liebre, ¿cómo puede la luz estar en el animal? Pero él lo hizo. Esa es la razón por la que esta obra y La gran mata de hierba son obras maestras hoy”.

Hijo de un orfebre húngaro que emigró a Alemania, su obra ejerció una decisiva influencia en los artistas coetáneos de su época y en el arte posterior a él. En 1484, pintó su primer autorretrato, el conocido Autorretrato  a los 13 años, para lo que empleó una punta de plata. Considerado como el primer dibujo del artista, aquel fue, además, uno de los primeros autorretratos europeos. “Lo que es realmente sorprendente de esta figura –explica el comisario de la Albertina– es que lo hizo sin ninguna otra indicación de lo que había alrededor del cuerpo. Como un adorno, como un adorno del gótico tardío, como un busto o una escultura, sin ninguna indicación del espacio o el entorno”.

Conocido, además, por sus grabados de un realismo absoluto, Durero tenía predilección por el estampado sobre papel a partir de dibujos tallados en madera, hasta convertirse en uno de sus máximos exponentes de todos los tiempos. Su fijación por el detalle, así como por“cada pelo, cada pliegue, cada arruga o cada delicado detalle de una pluma" que vemos en sus pinturas, concluye Metzger, "muestra la increíble maestría de este artista”, al que podremos disfrutar a finales de mes en Viena en "la más grande exposición sobre él hecha en décadas". Esta es, al menos, la primera vez que podrán visitarse en su conjunto desde que en 2003 la Albertina reabriera sus puertas con algunas de sus obras, por las que recibió más de medio millón de visitas.

@mailouti