La banca no da tregua. Los problemas del sector en España no tienen nada que ver con los de Italia o Alemania, pero no por eso hay que subestimarlos. Sobre todo si éste ya es el tercer  año consecutivo en que se escucha a los ejecutivos bancarios repetir la misma letanía: los márgenes de beneficio casi han desaparecido, básicamente por culpa de la política de tipos de los bancos centrales, y el impacto tecnológico amenaza con revolucionar el negocio.

Es en este segundo ámbito donde lo que pasa con la banca se parece mucho a lo que ocurrió con los medios de comunicación a partir de la década de 1990. Las flamantes corporaciones multimedia fueron incapaces de lidiar con el cambio tecnológico que supuso la aparición de Internet. No vieron que su negocio de pago iba a desaparecer. La información se comoditizó y el premio gordo se lo llevaron los creadores de buscadores y de nuevos medios. Los consejeros delegados de los medios convencionales nunca se enteraron de quién se comía, primero su queso publicitario, y después su queso de consumidores y usuarios.

Un problema de las grandes empresas es que los chavales que inventan cosas en los garajes no juegan al golf con sus directivos

Hoy es fácil decirlo, pero en su momento se confundió la típica pérdida de audiencia debido a que el medio defrauda a sus seguidores, con un cambio estructural en la sociedad inducido por las nuevas tecnologías. Cuando descubres que tu oferta ya no mueve a los consumidores, la cambias compulsivamente y cuando ya han fallado tres o cuatro estrategias, puede suceder el milagro de que alguien encuentre una solución o simplemente que administres la miseria. Y la posibilidad de que los que encuentren la salida sean unos chavales en un garaje que no está en tu edificio es muy alta. El problema es que los chavales del garaje no jugaban al golf con directivos de medios de comunicación.

A los banqueros les está pasando algo parecido. Y el martes se pudo comprobar en el VII Encuentro Financiero organizado por KPMG y el diario Expansión en Madrid donde se escucharon afirmaciones sobre el sector que no resultan nada estimulantes.

Señal de decadencia Nº1.- Si una entidad financiera con más de 26.000 trabajadores sólo tiene 400 empleados de menos de 30 años, el 1,5% de su plantilla, tiene un grave problema de desconexión con el futuro de una sociedad. Y es que el sector financiero cada vez tiene más dificultades para atraer a los jóvenes. Los directores de Recursos Humanos hablan con nostalgia de lo que ocurría hace 20 o 25 años cuando los jóvenes soñaban con colocarse en un banco, ojalá grande. Ahora, ya no es igual.

Señal de decadencia Nº2.- “No conseguimos que el cliente se enamore de esta aplicación”. Esta frase se oye continuamente. Describe bien que el banquero está intentando prescribir a su cliente una solución a sus problemas, pero éste se resiste a adoptarla. Este camino, válido para una sociedad analógica, no tiene sentido con el actual cambio tecnológico. Antes, las innovaciones tecnológicas “llovían”. Ahora, llueven, pero también florecen desde abajo. La gente toma las aplicaciones y los dispositivos y los emplea como les da la gana. Twitter era una mensajería interna que evolucionó hacia una red social. Los smartphones, descendientes del teléfono, para lo que menos se usan es para hablar por ellos. Si las organizaciones no experimentan con cuestiones críticas y no banales (cosa que los bancos odian), no pueden innovar.

Señal de decadencia Nº3.- “Hay una tendencia global a eliminar el efectivo”. Me sobresalté al oír a una ejecutiva bancaria decir esto de corrido y sin ruborizarse. Asumir sin la menor crítica los mensajes de los ministros de Hacienda, convertirse en correas de transmisión de los objetivos de determinados centros de poder, en una cuestión tan delicada como el origen de tu propio negocio (que era custodiar el dinero de los demás), sin considerar las objeciones, preocupaciones o principios de tu clientela, es una magnífica forma de dar por perdida tu actividad. ¿Saben realmente los bancos lo que piensan sus clientes sobre esto? ¿Conocen los principios y valores que están en juego al eliminar el efectivo? ¿Pueden identificar una posición, basada en el servicio a sus clientes, que no sea la simple repetición de órdenes superiores?

Como contrapartida, la única señal optimista que me llegó desde el sector es que hay ejecutivos bancarios tomando clases de Filosofía.