Rafael Nadal llegará a Roland Garros impulsado por una victoria de mucho peso: el domingo, el español celebró su décimo título de Roma derrotando a Novak Djokovic (7-5, 1-6 y 6-3 en 2h49m) y empató al serbio en trofeos de Masters 1000 (36). A dos semanas de que arranque en París el segundo Grand Slam del año, donde el mallorquín tendrá la opción de convertirse en el tenista con más grandes de la historia (ahora mismo empatado a 20 con Roger Federer), el triunfo debería ser un trampolín en las aspiraciones de Nadal a la Copa de los Mosqueteros. [Narración y estadísticas]

Un par de pelotas cambiaron el rumbo de la final en el corazón del tercer set. Con 2-2, y aprovechándose de la inercia de haber empatado el encuentro, Djokovic se fabricó dos bolas de break que le habrían dejado muy cerquita del título. Ni consiguió aprovechar la primera (que estrelló contra la red cuando tenía toda la pista vacía) ni la segunda (salvada con valentía por Nadal). Eso le provocó un colapso mental: a partir de entonces, el español aceleró hacia la victoria sin mirar atrás, propinándole un 4-1 de parcial (de 2-2 a 6-3) que le dejó abrazado a la copa.

“Ha sido decisivo”, reconoció luego Nadal. “He salvado esas bolas de break, he ganado el juego y me ha subido la adrenalina. Me he ido a restar con viento a favor y le he arrebatado el servicio en blanco, jugando algunos puntos buenos. Con 4-2, sacaba con bolas nuevas y sabía que tenía muchas posibilidades de ganar ese juego. Muchas veces este tipo de partidos se deciden por un par de pelotas”.

“No aproveché esas bolas de break con 2-2”, se lamentó Djokovic, que aún así sigue dominando el cara a cara (29-28) con el balear. “El siguiente juego estaba con el viento en contra y con pelotas usadas. Es difícil jugar contra él desde ese lado”, añadió el serbio. “Después sacó con bolas nuevas, lo que ayuda a su servicio”, prosiguió. “Tuve un poco de mala suerte en esos momentos, pero en general han sido casi tres de horas de tenis de alta calidad. Estoy decepcionado por la derrota, pero al mismo tiempo muy satisfecho con el nivel que logré encontrar en las últimas rondas de este torneo”.

En la antesala de Roland Garros, Nadal y Djokovic se citaron en uno de los clásicos históricos del tenis moderno (56 encuentros disputados antes de la final, 29 victorias del serbio y 27 del español). Después de que los dos contrarios se abrieran paso durante toda la semana en el Foro Itálico con la lengua fuera (Nadal salvó dos puntos de partido ante Denis Shapovalov en octavos de final, Djokovic rozó la eliminación contra Stefanos Tsitsipas en cuartos), que ambos se encontrasen en la pelea por el trofeo confirmó la vigencia del apetito competitivo que les ha distinguido desde hace mucho tiempo.

La final nació con una incógnita enorme: el estado físico de Djokovic. Después de pasar 4h56m en la pista el sábado, jugando a primera hora de la mañana ante Tsitsipas la reanudación del encuentro de cuartos aplazado por la lluvia y volviendo por la tarde para medirse a Lorenzo Sonego en semifinales. Ambos partidos vieron al serbio ir al límite disputando el parcial decisivo, y saliendo vivo en ambas ocasiones para darse la oportunidad de luchar por el título el domingo.

Ese interrogante, sin embargo, quedó resuelto bien pronto. Nole arrancó el cruce dominando a Nadal después de romperle el saque nada más empezar a jugar (2-0). Estoy bien, me he recuperado, podemos matarnos a golpes. El mallorquín reaccionó a ese break de inmediato (2-2) y desde entonces el duelo se mantuvo igualado, con peloteos discutidos a fuego lento y dos planes de juego muy diferentes.

Mientras que Nadal intentó no jugar dos pelotas iguales, mezclando ritmos, alturas y velocidades, y le dio el protagonismo a su drive, un cañón de tiros ganadores (26 al final del partido); Djokovic optó por defender los intercambios largos y encontró en las dejadas un arma para desestabilizar a su contrario, obligándole a correr hacia la red y quedándose casi siempre en una posición ventajosa para ganar el punto. 

De una nivelada primera manga (1h15m) emergió Nadal victorioso después de mantenerse firme con su saque (84% de primeros servicios) y gracias a la decisión con la que encaró los momentos clave del set. Un bajón general del español en el segundo parcial, que también le afectó a la hora de poner la bola en juego (61% de primeros saques) le abrió una ventana a la remontada a Djokovic.

Cambiando descaradamente a una versión más agresiva, el número uno del mundo se hizo con el segundo set casi de un bocado, desdibujando a Nadal y colocándose con todo de cara en el tercero. Entonces, Nole dejó escapar esas dos opciones de rotura con 2-2, el español celebró un break en blanco (4-2) y... se lanzó a reclamar lo que desde hace muchos años le pertenece.

El rey de Roma, el rey de la tierra, el rey Nadal.