Antes de su primera gran prueba, Rafael Nadal demostró que progresa adecuadamente. El próximo lunes, el español jugará los octavos de final del Abierto de Australia contra un rival de la máxima exigencia (Fabio Fognini, vencedor 6-4, 6-3, 6-4 de Álex de Miñaur) con la tranquilidad de haber dado un paso al frente en la recuperación de sus problemas en la espalda, que le habían impedido entrenar y competir con normalidad durante las últimas dos semanas. Esa es la principal conclusión del cruce que este sábado el número dos le ganó a Cameron Norrie (7-5, 6-2, 7-5) recuperando su saque de los últimos tiempos y confirmando así que el dolor ha desaparecido: Nadal sigue en la lucha, pero ahora además se ha vuelto peligroso. [Narración y estadísticas]

“Lo que me da más alegría es que por primera vez he podido jugar casi con libertad de movimiento a nivel de dolor”, dijo el campeón de 20 grandes después de la victoria. “Ayer no entrené y lo que hice [pasó tres horas en el hospital haciéndose pruebas y los médicos le infiltraron entre las vértebras de la zona baja de la espalda] parece que ha dado resultado. He mejorado mucho. Sin ser excesivamente optimista, la evolución de la espalda está siendo buena y eso me permite encarar lo que viene con más esperanza”, prosiguió el balear. "A nivel de tenis… llevo 19 días sin poder entrenar de manera normal, sin haber podido hacer la preparación que me habría gustado. Ahora viene la parte más complicada. Hace unos días, mis opciones eran muy pocas. Ahora tengo que recuperar mi físico y mi tenis. Tengo poco tiempo, pero venía con una gran preparación antes de ese contratiempo. Y lo más importante: estoy vivo”.

Norrie, zurdo como el español, buscó la victoria con convencimiento. No he venido a jugar, he venido a ganar. Con ese ambicioso mensaje, el británico se adelantó en el marcador con un break (3-2) que perdió inmediatamente (3-3) y llegó vivo hasta los momentos calientes del primer parcial (5-5), pero no pudo evitar que Nadal le arrebatase un set que seguramente soñó con hacer suyo.

Durante toda la noche, Nadal se dejó demasiados errores no forzados por el camino (35), la señal inequívoca de que necesita recuperar una confianza en su juego que habitualmente tiene al llegar a la tercera ronda de un Grand Slam. Ante un contrario que se hizo fuerte con la pelota en juego, luchando cada punto con uñas y dientes, cubriendo con garra y sacrifico el lastre de no contar con un tiro decisivo para dominar los peloteos sin tener que sudar tinta, el mallorquín aplicó un principio básico: avanzar sin brillo, pero hacerlo. 

Nadal, al saque durante el partido contra Norrie. Dean Lewins EFE/EPA

En un Rod Laver Arena muda, más un cementerio que una pista como consecuencia de la falta de público (el Estado de Victoria está confinado hasta el próximo jueves), Nadal celebró al fin que su espalda mejora, que ya no está limitado, que el dolor se ha ido. Eso dijeron las estadísticas: para ganar a Norrie, el mallorquín sacó por encima de la velocidad que había alcanzado en los días anteriores contra Laslo Djere y Michael Mmoh (179 kilómetros por hora de media con el primer saque y 152 en el segundo) y se olvidó del servicio cortado que había utilizado en las dos rondas anteriores para proteger la zona afectada.

“Hoy es el primer día que he sacado normal”, reconoció luego el tenista. “No he servido mal, pero puedo hacerlo mejor. Como ayer no entrené, solo he podido calentar hoy con mi saque de siempre antes del partido”, añadió. "La mayor victoria es que la espalda está mejor por primer vez en mucho tiempo. Eso es lo más importante”.

Falta le hará a Nadal que las cosas sigan así cuando se mida a Fogni por el pase a cuartos en dos días. El italiano, claro, no es una prueba de fuego para sus aspiraciones al título.