Rafael Nadal cayó eliminado el sábado en los cuartos de final del Masters 1000 de Roma ante Diego Schwartzman. El argentino sumó su primer triunfo ante el número dos mundial porque jugó un partido apabullante, eléctrico y consistente, pero hubo una serie de factores que facilitaron la caída del mallorquín en el Foro Itálico.

ÓXIDO

Nadal reapareció el miércoles debutando en Roma ante Pablo Carreño 200 días después de su último partido. Tras tomar la decisión de no viajar a Estados Unidos como consecuencia de la pandemia de covid-19, renunciando así a jugar en Cincinnati y el US Open, el mallorquín comenzó su preparación para la gira de tierra batida con la mirada puesta en el Foro Itálico, siendo consciente de que la mayoría de los jugadores vendrían con el ritmo adquirido en la gira americana, exactamente lo que quedó demostrado en los cuartos de final.

“Físicamente me hace falta jugar puntos continuados”, reconoció el número dos mundial tras caer contra Schwartzman, reclamando partidos para ponerse a punto. “Son muchos meses sin competir y sin tener una capacidad automática de adaptación a las condiciones”.

Nadal, durante el partido de cuartos de final en Roma. Riccardo Antimiani Reuters

HUMEDAD

No es ningún secreto que Nadal sufre muchísimo cuando hay humedad. Su renuncia a jugar en Río de Janeiro, por ejemplo, viene motivada por los altos niveles que suelen registrarse en Brasil en esa época del año (febrero), y que convertían sus participaciones en el torneo en una tortura.

Durante el partido del sábado, Nadal se enfrentó a un 81% de humedad, un freno para su juego: al margen de empapar de sudor una camiseta tras otra, su pelota no botó como habitualmente (ni altura ni tampoco velocidad), y Schwartzman lo aprovechó para llevar la iniciativa de los peloteos, evitando la clásica bola alta que el campeón de 19 grandes suele usar como táctica para empujar a sus rivales hacia el fondo de la pista antes de soltar un latigazo para rematar el punto.

Nadal, en un momento del partido de cuartos de final. Clive Brunskill Reuters

LA CONVICCIÓN DE SCHWARTZMAN 

“Había jugado contra él muchas veces, nueve antes de hoy. En cuatro o cinco de esos partidos estuve lo suficientemente cerca como para saber que si hoy jugaba a mi mejor nivel tendría una oportunidad. Así que salí a la pista pensando en tener oportunidades primero y en aprovecharlas luego”.

Schwartzman creyó en la victoria apoyándose en una base muy sencilla: aunque el cara a cara con Nadal era claro (0-9), el argentino se quedó con sus sensaciones en la mayoría de esos cruces, las mismas que tantos problemas le causaron al mallorquín, y alimentando esa convicción firmó un duelo formidable.

Nadal se saluda con Schwartzman tras el partido. Riccardo Antimiani Reuters

EL SAQUE

“Es imposible a este nivel perdiendo tantas veces mi saque. Lo intenté en el segundo set, pero cediendo tres veces seguidas el servicio necesitas buscar un milagro. Lo hice dos veces, pero a la tercera…”, dijo Nadal después de su derrota. 

Efectivamente, el mallorquín cedió en cinco ocasiones su servicio, tres de ellas de manera consecutiva en el final del partido (con 3-3, 4-4, 5-5). Para entender todas esas roturas de saque basta con mirar las estadísticas: el número dos mundial terminó el partido con un 43% de primeros servicios, una estadística que llegó a estar por debajo del 36% en algunos momentos del encuentro. Como dejar una puerta abierta para facilitarle el trabajo a los que vengan a robar.

Nadal, sacando durante el partido ante Schwartzman. Clive Brunskill Reuters

LOS ERRORES NO FORZADOS

Nadal terminó el encuentro con un buen puñado de errores no forzados. El mallorquín sumó 30 (18 con la derecha, 12 con el revés), por los 17 de su contrario. 

Muchos de esos fallos llegaron en los momentos más importantes del partido, gestionados de forma distinta por ambos contrarios. Mientras el español mostró descoordinación y desatino en situaciones de la máxima presión, el argentino mantuvo una puntería inmaculada para acabar amarrando la victoria. 

Nadal, golpeando con su revés en el partido ante Schwartzman. Clive Brunskill Reuters