Una motivación evidente impulsó a Novak Djokovic a tomar la decisión de jugar el US Open, pese a reconocer que no fue fácil dar el paso: las ausencias de Rafael Nadal (“la situación sanitaria sigue muy complicada en todo el mundo con casos de covid-19 y rebrotes que parecen fuera de control, por ahora prefiero no viajar”, argumentó el español) y Roger Federer (operado en junio por segunda vez de su rodilla derecha tras pasar por el quirófano en febrero) dejaron al serbio ante la opción de llegar a los 18 torneos del Grand Slam y acortar distancias con ambos (19 el español, 20 el suizo) en la carrera por ser el mejor tenista de todos los tiempos. Ese objetivo, que Nole ha señalado siempre como prioritario, al contrario que sus dos grandes rivales, ha llevado al número uno a mover ficha pensando en darle otro bocado a sus perseguidos.

“¿Qué efecto tienen las ausencias de Federer y Nadal en el torneo y en ti?”, le preguntaron a Djokovic después de clasificarse para la tercera ronda, donde este viernes se enfrenta contra Jan-Lennard Struff. “Para mí, 0”, contestó rotundamente el serbio. “Para el torneo, definitivamente, es un gran impacto porque son dos leyendas del deporte. Se les echa de menos. Aparte de ellos y tal vez Stan [Wawrinka], todos los demás están aquí. Sigue siendo un cuadro muy fuerte”.

Esa respuesta de Djokovic es una verdad a medias. Es evidente que las bajas de Nadal y Federer benefician directamente al serbio porque le despejan sensiblemente el camino hacia el título. Con ambos fuera de circulación, solo quedan dos tenistas en el vestuario que saben lo que es ganar un grande (Andy Murray y Marin Cilic), con todo lo que eso conlleva. ¿Facilita eso el asalto de Nole a la copa? Sí, claro. ¿Garantiza su victoria? Por supuesto que no.

Más allá de los efectos colaterales de su ausencia, que Nadal renunciase a jugar el US Open reafirma un mensaje claro que el español viene repitiendo desde hace años: ni ambiciona el récord por encima de todo ni juega para ser el mejor en los libros de historia, juega pensando en ser feliz y eso no siempre significa romper todos los récords posibles. Bastan dos reflexiones con la firma de cada uno de este mismo año para entenderlo. 

Por un lado, Nadal.

“Mi felicidad del futuro no depende de pasar a Federer [en número de torneos grandes]. Este es el fin de la historia. La felicidad plena no me la va a dar ganar 20 ni 25 torneos del Grand Slam. ¿Me hace ilusión? Pues claro que me hace ilusión porque me dedico a esto y quiero ser lo mejor posible, pero me han pasado tantas cosas buenas durante todos estos años que solo puedo estar agradecido a la vida y a la gente que me ha ayudado. El tema deportivo me hace ilusión, pero no me confundo ni me obsesiono”.

Por el otro, Djokovic.

“Confío plenamente en mis posibilidades de terminar siendo el que más títulos de Grand Slam gane y el que más semanas haya estado como número uno del mundo”.

Todo claro, cartas sobre la mesa.