Esto es un rescate, y el resto son historias y pamplinas. Rafael Nadal salió a jugar contra Karen Khachanov obligado a salvar a España después de que Andrey Rublev derrotase a Roberto Bautista en el primer partido de la eliminatoria ante Rusia y acorralase a la cinco veces campeona de la Ensaladera. ¿Y qué pasó en esa situación peliaguda? Pasó, lógicamente, lo de siempre: que el número uno, con menos de 48 horas para adaptarse a los 667 metros de altitud que tiene Madrid sobre el nivel del mar, salió a comerse a su rival (6-3 y 7-6) para mantener a la selección con vida empatando la serie (1-1) y dejándolo todo en manos de Marcel Granollers y Feliciano López, que jugarán a continuación. [Narración y estadísticas]

“Para mí, es una victoria de gran valor”, reconoció Nadal tras el encuentro. “Todo lo que tenía que hacer era ganar, y lo he conseguido. He sacado muy bien durante todo el partido, pero es el primer día en condiciones muy diferentes a las que venia jugando estos últimos tiempos”, prosiguió el balear. “El nuevo formato hace que estés en peligro en todo momento. Ahora, un dobles cuenta un 33% y antes era un 20. Al mínimo error vas fuera porque estás con una presión muy grande”.

A Khachanov le tocó bailar una canción apetecible. Rusia, ganadora de Croacia el primer día (3-0) y dominadora de España (1-0), no tenía ninguna emergencia que atender cuando el número 17 salió a medirse contra Nadal. Sin agobios, sin estar ante una situación límite como la del equipo local, el aspirante se asentó en la pista con su juego ofensivo y buscó hacerle daño al mallorquín repartiendo plomo de esquina a esquina. El 1,92m de Khachanov y la altura de Madrid deberían haber sido un trampolín ideal para que el ruso desplegase un tenis de ataque total, de dardos contra el centro de la diana, pero la partida cambió pronto de lado.

Lo intentó el ruso, claro, pero se encontró con una buena versión del campeón de 19 grandes, que desarmó la lluvia de pelotazos de su contrario con un tenis variado (con mucho filo, pero también con una mezcla de ritmos que desconcertó durante toda la noche a Khachanov) al que no puede ponerle ningún reproche (algún fallo aislado). Un descomunal pasante de revés le abrió el camino a Nadal en el primer parcial (break para 3-1) y el tú a tú del segundo (pelota de rotura salvada con 3-4, un tie-break apretadísimo en el que el ruso tuvo punto de set para haber forzado el parcial decisivo) le despejó el horizonte para levantar los brazos y cargar de esperanza al equipo español.

Una vez más, y ya van demasiadas, Nadal demostró por qué su cabeza es una obra perfecta como no ha existido otra. Con todo en contra, el resultado de la serie, la pista (dura bajo techo, históricamente su peor superficie) y con una aclimatación exprés a las condiciones de Madrid, el español respondió jugando un encuentro a la altura de su carrera cargando de sentido la respuesta a una pregunta que le hicieron a Carlos Moyà, uno de los entrenadores del tenista, durante el pasado Abierto de los Estados Unidos.

“¿En manos de quién pondrías tu vida si tuvieras que jugártela en un partido de tenis?”, le dijeron al ex número uno del mundo. “Si la cosa se pone fea, siempre en manos de Nadal”, respondió sin dudarlo ni un segundo.