Londres (enviado especial)
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    Otro Nadal contra Federer

    Será el episodio número 40 de la rivalidad más importante del tenis, y una de las más destacadas en la historia del deporte moderno. Además de hacerse con la victoria en el último enfrentamiento que jugaron hace unas semanas en Roland Garros, Nadal domina ampliamente el cara a cara (24-15). En hierba, es Federer el que tiene una ligera ventaja (2-1) con los triunfos que logró en las finales de Wimbledon 2006 y 2007. La última vez que se encontraron en una pista de césped, sin embargo, el que levantó los brazos fue Nadal. Ocurrió hace 11 años en la final de Wimbledon 2008, el que la mayoría de los expertos ha señalado como el mejor encuentro de todos los tiempos.

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    11 años son demasiados

    “La final de 2008 no es referencia. Son dos jugadores bastante distintos a los de entonces. Han cambiado mucho”. Son palabras de Carlos Moyà, uno de los entrenadores de Nadal, sobre la influencia que tendrá la final que la pareja de rivales disputó en Wimbledon hace 11 años cuando ambos se vean las caras este viernes. Ni Nadal juega como entonces, ni tampoco Federer lo hace. Eso quiere decir lo siguiente: lo que pasó en 2008 no tendrá ninguna influencia en lo que ocurra en 2019.

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    Sin especular

    Nadal tiene claro que no le servirá de nada jugar el partido como en las semifinales de Roland Garros. La tierra, claro, permite especular, aplicar una táctica u otra, esperar a ver lo que hace el rival. La hierba no es así: el español debe mantener la línea agresiva que le ha llevado hasta el cruce con Federer exhibiéndose ronda tras ronda. Eso no debe ser un problema para el número dos del mundo, que ha demostrado una adaptación fabulosa a la superficie, entendiéndose con el césped como pocas veces en su carrera.

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    A toda velocidad

    Por muy agresivo que se muestre Nadal en el partido, difícilmente igualará la apuesta atacante de Federer. Eso significa que el tiempo del duelo lo marcará la raqueta del suizo, que querrá jugar a toda velocidad, con intercambios cortos, de pocos golpes. Es lógico pensar que el campeón de 20 grandes subirá a la red a la más mínima oportunidad que tenga, buscando cerrar los puntos en la cinta, lanzándose al abordaje de la media pista y fiando su suerte a las voleas que le han despejado el camino hacia las semifinales.

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    Al saque, como siempre

    Nadal asalta el partido con un impresionante 83% de puntos ganados con su primer servicio. Sorprendentemente, la cifra es levemente superior a la de Federer, que ha ganado el 82%. En una superficie como la hierba, donde el arranque de la jugada tiene una importancia fundamental, el saque debería marcar las diferencias en el encuentro entre el español y el suizo. Por eso, y con los altos porcentajes al primer servicio que manejan los oponentes, el segundo saque (67% de los puntos gana Federer; 64% suma Nadal) cobra una importancia importante. Es, posiblemente, la vía de entrada al triunfo más sencilla para los dos.

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    Nadal, lanzado

    El español estuvo cerca de alcanzar la final de Wimbledon la temporada pasada, pero finalmente cayó dramáticamente con Novak Djokovic por 9-7 en el quinto set de su encuentro de semifinales. Si ese Nadal ya logró desplegar un juego increíble sobre hierba, el de esta temporada está un paso por delante. Ganar a Nick Kyrgios en una segunda ronda volcánica, prematura y peligrosa, obligó al campeón de 18 grandes a elevar su nivel. Salir victorioso de la batalla con el australiano tuvo un efecto inmediato: Nadal ganó toneladas de confianza y cuando eso se traspasó a su juego se convirtió en un tenista sin fisuras, al que los contrarios no han sabido cómo meterle mano durante estos días.

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    Con los grandes en la cabez

    Después de ganar Roland Garros, Nadal se colocó por primera ve a dos grandes del récord de Federer. Nunca la pareja de contrarios había tenido una distancia tan estrecha en el número de títulos de Grand Slam (20-18 para el suizo). Aunque el ganador del partido tendrá que jugar todavía la final, un encuentro de la máxima exigencia, y más si el rival es Djokovic, la ocasión es ideal para ambos: Nadal puede salir de Wimbledon acariciando la marca de su contrario, y Federer conseguir estirar de nuevo su ventaja sobre su más inmediato perseguidor en la carrera por ser el mejor de todos los tiempos.

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    ¿Y si es partido largo?

    La historia dice que cuando los partidos entre Nadal y Federer se han estirado eso ha beneficiado al español. En cualquier caso, la última vez que ocurrió (Abierto de Australia 2017), el suizo sacó energías para competir el quinto parcial contra el español, al que acabo remontando después de estar 1-3 en esa manga decisiva para hacerse con el título. Es evidente que a nivel físico Nadal no es el mismo jugador ahora (33 años) que cuando tenía 22, pero también que todavía conserva una marcha extra para apretar si un partido se transforma en una maratón.

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    Puntería contra determinación

    Federer se ha ido a la red en 158 ocasiones y se ha vuelto con el punto en 127 (80%). Salvo que el viernes modifique su plan de juego, algo altamente improbable, el suizo intentará acortar las jugadas colgándose de la cinta. Eso pondrá a prueba una de las especialidades de Nadal: los passings shots que tantas horas de vídeo han ocupado desde que su carrera arrancó en el año 2001.

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    Otra oportunidad

    El suizo ganó su último Grand Slam el año pasado, en el Abierto de Australia (2018). Desde entonces, Federer no ha podido darle continuidad a la barbaridad que comenzó a construir cuando después de seis meses parado por una lesión en la rodilla izquierda ganó el Abierto de Australia y Wimbledon (2017), además de repetir en Melbourne al año siguiente. En consecuencia, pasó de tener 17 grandes a 20, rompiendo varias veces su propia barrera. Estar en las semifinales de Wimbledon de nuevo, un torneo que ha conquistado ocho veces, es claramente la oportunidad para elevar la cifra y volver a meter los pies en un terreno desconocido que nadie ha pisado jamás.